miércoles, 29 de abril de 2009

Cosas de hermanos

Hace poco me hizo gracia una situación que es típica de todos los hermanos y que los que hemos estado en algún momento rodeados de niños hemos vivido en primera o tercera persona. Estábamos con mis sobrinos en casa de sus abuelos, léase mis padres, típico domingo de barbacoa (o paella si nos da por querer hacer un alarde de originalidad, con total ausencia de ella, debo decir). Y a mis sobrinos (niño y niña de 6 y 4) les da el punto que quieren jugar a la pelota. Hasta aquí bien. Niños - pelota. Correcto. Entran en el cuarto donde guardan los juguetes y van ambos a buscar un balón que tienen que escoger entre los ¿8? que hay en la casa. ¿Y por qué hay 8 balones? Porque un día el niño le pide a su abuelo una pelota y dos semanas después él le ha comprado más de media docena. Uno de fútbol, uno de baloncesto, uno de plástico, otro amarillo, otro del Nemo (que a la niña le gusta), uno de fútbol americano (ein?y esto?... yo que sé!... que lo he visto, me ha hecho gracia y he pensado... pal Gerard, que ya le sacará partido - se justifica el abuelo). Sí. Yo pienso lo mismo que ahora estás pensando tú... papá, se te va la pinza. Pero no importa. 8 balones. Volvamos al meollo. El niño va flechado hacia uno de ellos. El de fútbol, en concreto. Y en cuanto sus dedos tocan un infinitésimo de la superficie de esa pelota su hermana tarda apenas nanosegundos en afirmar instintiva, rotunda y categóricamente: "Yo quiero ese balon". Y lo dice con el del nemoquealaniñalegusta y el amarillo "suspendidos" (porque dada la longitud de sus brazos se puede decir que es más un desafío a la gravedad que otra cosa) debajo de cada uno de sus sobacos. ¿Reacción de su hermano?. Mirada de "que te peines con la raya en medio" y de "yo lo he pillado primero, ni de coña, vamos". Pero callado. Callado porque espera la temida frase de sus padres. "Déjale esa pelota a tu hermana... ¿qué no ves que ella es más pequeña?". Que no es la primera vez que se la come. Y la espera con una estoicidad que ríete tu de los espartanos y de sus Termópilas. Unas nenazas. Pero esta vez no... esta vez es ella quien se va a aguantar con otro balón. Y tras una pataleta que le dura lo que tardas en preguntar... "Noa, ¿quieres un zumo?" ... él se retira con una sonrisa triunfante, el balón en las manos, a saborear una pequeña victoria donde, esta vez, no han habido ni víctimas... ni rehenes. Y ya vendrán otras batallas. Hasta que aprendan a compartir y se acabe esa guerra.

lunes, 27 de abril de 2009

Es que me tiene manía...

Recuerdo que era nuestra frase más socorrida y sobada cuando a nosotros, siendo niños, nos tocaba entregar las notas. Y nunca funcionaba, por cierto. Aunque la usabamos igual. No importa. Pero nuestros padres sabían muy bien de qué iba esa peli. Y recuerdo con cariño, desde la distancia que te da el paso de los años, aquellos profesores a los que nos enseñaron que había que respetar y que sólo intentaban hacer su trabajo, cargados de una paciencia que, confieso, creo que nunca llegaría a tener. Y ahora veo la actitud que tienen las generaciones actuales hacia ellos y alucino. Alucino cómo han podido cambiar tanto las cosas y lo difícil que debe resultarles hacer ahora ese trabajo cuando han perdido gran parte de su autoridad. Y lo que más me sorprende es que apenas pueden contar con el apoyo de los padres. Todo lo contrario. Yo aún recuerdo a mis padres delante de ese profesor diciéndole "si le tiene usted que dar una galleta se la da". Obviamente no hablaban de mis hábitos de alimentación. Eso todos lo teníamos claro. Vale... lo se... no era necesario y nunca dí motivos para que me dieran ración extra en el colegio. Era otra época y otra mentalidad. Pero también era una manera de decirte: cuidadín. Lo que hacían, de alguna manera, era marcar el territorio. Lo que diga este señor va a misa. Y funcionaba.
Por supuesto jamás he estado a favor de la violencia ni creo que nunca haya sido bueno abusar de los cachetes. Pero ahora veo incrédulo a crios respondiendo con chulería e incluso amenazando a sus mayores. Y ojíto con tocarme o ponerme un dedo encima que te meto un puraco. Y ese padre que viene detrás ... tú, pavo, no toques a mi hijo.... que mi niño es de porcelana... y además ... me dice que le tienes manía.

Frases geniales de niños

Es indudable que a todos los padres se les cae la baba con sus hijos. Es así. Pensar que somos imparciales es algo absurdo. Y si no, podemos recurrir a ejemplos claros cuando, estando en un restaurante, soportamos los gritos, carreras y juegos de esos niños ajenos mientras sus padres, impasibles, saborean su comida sin importarles un pimiento que el mundo se derrumbe a su alrededor. Y nos molestan. Nos molestan profundamente. Los míos no son así, pensamos. Ya ya. Para nada son así. Los míos no se alteran. Ni gritan. Ni molestan. Coméntale cómo lo ve al señor que está sentado en la mesa de al lado. A ver qué te dice. ¿Todo bien?... rico, el entrecot eh?
Y sin embargo también son nuestros hijos los que, sorprendiéndonos, generan las situaciones más divertidas. Son geniales esas frases de niños que a todos los adultos siempre nos pillan a contrapié y sin saber de dónde pueden haber salido esas ocurriencias (o simplemente qué responder). Sencillamente geniales. Lástima que con el paso del tiempo la mayoría acabemos perdiendo esa espontaneidad y, sobre todo, esa inocencia a la hora de vomitar con patente de corso aquello que se nos pasa por la cabeza. Y es que el sabio refranero español ya nos avisaba. Ojito con los niños y con los borrachos. Que no le ponen vaselina a lo que que dicen. Ni filtran. Claro que los primeros suelen tener bastante menos mala baba.
Y por eso no conozco a nadie que ante ocurrencias como la de muchos niños no se le esboce una sonrisa, cuando no una abierta carcajada. Sigamos todos de cerca a esos locos bajitos, como los llamaba el gran Serrat. Porque son una fuente contínua de sorpresas.

sábado, 25 de abril de 2009

Con un poco de humor...

Los hijos dan muchas satisfacciones. A mi, el mío me ha dado innumerables, no lo negaré, sobre todo cuando era pequeño. Se me caía la baba con cada cosa que hacía. Es verdad que he sido un poco blando, ¡hasta me alegre por su primer suspenso! Dije: "mira, como su padre!". Pero esa emoción que sientes con el primer diente se te pasa cuando ya le has empastado cinco muelas. Por cierto, que bien puesta esta esa palabra: "empastar". Con los pasos sucede lo mismo que con los dientes. Cuando empieza a andar, sus primeros pinitos, te emocionan. Pero pasa el tiempo, el niño crece y lo pasos se convierten en pasos de Telefónica. Llega la factura con doce mil pasos, y te dices:"joder, este niño se ha tenido que hacer el Camino de Santiago, ida y vuelta!!". A partir de cierta edad, los hijos, cuando están en casa se agarran al teléfono como luchadores de sumo. Y que no lo sueltan, eh! - Cuelga ya, que llevas media hora. - Pero si me han llamado a mí... ¿no es cierto? ¿a qué los hijos no llaman nunca? Siempre les llaman a ellos, ¿pero qué se creen, que somos, sordos o gilipollas?
Otra pequeña pasión de los hijos: la cama y el sueño. Cuando era pequeñito podía estar horas contemplándole dormido en su cunita, me acercaba a colocarle la almohadita...ahora, cuando le veo roncando despatarrao también le colocaría la almohada, pero en la cara, para asfixiarlo, que se tira horas ahí, inmóvil como una crisálida… Porque los hijos, cuando están en casa, o están al teléfono o están en la cama… Y menos mal, porque si no, comen. De todos es sabido que, si un hijo no está al teléfono o en la cama, está en la nevera. En cuanto se levanta, su primer pensamiento es "nevera, nevera". Y se ponen a comer con la puerta abierta, para no perder tiempo... Es su momento de máxima actividad. Cada día se proponen un reto: acabar con todas las existencias de la casa. Que no se diga que no tienen aspiraciones!!! Ahora entiendo eso de que los hijos vienen con un pan bajo el brazo: claro, ellos traen el pan, para que seas tú el que les ponga el jabuguito... Menos mal que de vez en cuando sale a dar una vuelta... en mi coche, claro "como tú no lo usas"… que me lo devuelve con el deposito como el dodotis: ni gota, ni gota. Pero no se equivoquen, yo le quiero mucho, soy su padre.
Los hijos son lo más grande que hay, sobre todo el mío, que pesa noventa kilos y tiene treinta tacos. Yo, sinceramente creo que ya ha llegado el momento de que se largue. ¿alguno de ustedes tiene el mismo problema, tienen un hijo en casa que les roba viagras? Yo ya estoy harto, he intentado casi todo para conseguirlo, así que presten atención, que les voy a dar una serie de consejos... Lo primero que hice fue la guerra psicológica. Cada vez que entraba en casa, le preguntaba por su vida sexual. En cada comida, en cada cena, sacaba el tema: - Cariño, ¿qué tal con María? ¿yaaaaaa...? Esto les fastidia, y hay que insistir. Yo seguía: - no tengas vergüenza, que el papá y la mamá también hacemos nuestras cositas. Esto les jode. Si falla esta estrategia, hay que dejarse de sutilezas. Hagan como yo, humíllenle delante de las visitas, especialmente si son femeninas. - Tan grande, y luego no es nadie, vomita en todos los viajes. Sin avisar, eh, al que pilla por delante le deja el pelo como la duquesa de Alba. Por no hablar, claro del pipí que aun hoy se hace por las noches, cuando ve una película de terror, je, je. Al mío, esto le afectó. Cuando se fueron sus amigas, se acercó a mi hecho una furia y me dijo: - Te lo advierto, papá, no lo vuelvas a hacer. Un día de estos os levantaréis y encontraréis mi cama vacía. A mi se me saltaban las lágrimas. Seguí atacando por donde mas dolía: me hice moderno. Para que los hijos se sientan a gusto, tienes que ser un padre carca y protestón. Así es que yo me dejé coleta. Tendrían que haberme visto: era una mezcla entre la Pantoja, Karembeu y Aberasturi... Y empecé a salir.
Nada puede irritar mas a un hijo que encontrar a sus padres en un pub vestido como el solista de los Mojinos Escozios. Se lo imaginan, ¿no? Con los pantalones anchos, cortados a media pierna y enseñando un poco la raja del ... Háganme caso, síganlo a la discoteca y bailen a su lado.
Cuando ya estén bien sudados, intenten ligar con todas sus amigas. Pónganse macarras, babosos... - Ese es mi hijo, un semental... Claro que ni la mitad que su padre. Que sus amigos no quieran salir con él por si apareces. Yo, con eso, al mío lo tengo pensando en hacer la maleta. Me falta darle la puntilla.
¿Saben cómo lo pienso hacer? Me pondré una túnica como la de Rappel, y me voy a hacer vidente. Sigan mi ejemplo, cojan el ojo de una muñeca, plánteselo en la frente cada vez que se lo crucen por el pasillo, y digan como quien no quiere la cosa: - te veo el aura negra, tú vas a hacer un viaje al extranjero, tú tienes el karma muy lejos de aquí... y rápidamente su Terminator particular cogerá sus maletas, se hará la cirugía y nunca más le volverá a molestar.
Ya verán, ya, como tengo razón!!

Para reflexionar

Cuentan que una noche, cuando en la casa todos dormían, el pequeño Ernesto de 5 años se levantó de su cama y fue al cuarto de sus padres. Se paro junto a la cama al lado de su papa y tirando de las sabanas lo despertó.
- Cuanto ganas papa?? - le pregunto-
- Ehhhh ¿¿¿ cómo??? - pregunto el padre en sueños…
- Que cuánto dinero ganas en el trabajo??
- Hiiijo son las 12 de la noche, anda véte a dormir!
- Sí papá, me voy a dormir, pero cuánto ganas en tu trabajo??
El padre se incorporo en la cama y grito:
- Te vas a la cama inmediatamente! Esos no son temas para que tú preguntes, y menos a media noche! Ernesto bajó la cabeza y se fue a su cuarto…
Al día siguiente el padre pensó que había sido demasiado duro, y decidió contestarle al hijo.
- Respecto a la pregunta de anoche...Ernesto yo tengo un sueldo de 2.800 euros, pero con los descuentos me quedan 2.200.
- Uhhhh cuanto ganas papi!!!!
- No tanto hijo, hay muchos gastos…
- Ah y trabajas muchas horas verdad??
- Si hijo muchas horas…
- Y cuanto dinero ganas cada hora?
- Pues no se, unos 20 euros y 60 centimos, mas o menos…
- Ahhh, asintió… entonces ya tienes mucho dinero no?
- Basta de preguntas, eres muy peqeño para hablar de estas cosas.
Un silencio invadió la sala, y se fueron todos a dormir. Esa noche una nueve visita de Ernesto interrumpió el sueño de sus padres. Esta vez traia un papel en la mano con números garabateados
- Papi, tu me puedes dejar 5 euros???
- Ernesto!!! son las 2 de la mañana! - se quejó el padre-
- Sí … pero… ¿ me puedes…
El padre no le permitió terminar la frase.
- Así que este era el tema por el cual no dejabas de preguntar por el dinero mocoso impertinente? Véte inmediatamente antes de que te coja con la zapatilla… fuera de aquí … A la cama vamos!!
Una vez más, esa vuelta a la cama, puchereando. Ernesto arrastró los pies hasta la puerta. Media hora después, quizas por la mala conciencia, quizas por la mediación de la madre, o simplemente porque la culpa no le dejaba dormir, el padre fue al cuarto de su hijo, desde la puerta le escuchaba lloriquear casi en silencio.. Se sentó en su cama y le habló:
- Perdoname si te grité, Ernesto, pero son las 2 de la mañana, toda la gente está durmiendo, no puedes esperar a mañana?
- Sí papa, contesto el niño entre mocos. El padre que traia en la mano su billetera, la abrió y extrajo un billete de 5 euros. Lo dejó en la mesita de noche y dijo:
- Está bien hijo aqui tienes el dinero que me pediste. El chico saltó de la cama, hasta su armario, de allí sacó una lata con monedas y algún billete. Añadió los 5 euros que su padre le acababa de dar y contó con los dedos cuánto dinero tenía. Después cogió todo el dinero entre sus manitas y lo puso encima de la cama.
- Ahora sí!!! - dijo Ernesto - llego justo a 20 euros con 60 centimos
- Muy bien hijo, qué vas a hacer con ese dinero?
- Quiero comprarte una hora de tu tiempo solo para mi ¿ me la venderas papa?

martes, 21 de abril de 2009

El tiempo con tus hijos

El ritmo que la sociedad en la que vivimos obliga a llevar a muchos padres hace que durante la mayor parte de la semana no dispongamos apenas de tiempo real para compartir con nuestros hijos. Por desgracia la pequeña franja de horas en la que se coincide tampoco deja margen a romper una rutina tanto para padres como para hijos. Y es así de lunes a viernes hasta que llegamos al (temido por muchos padres) fin de semana. Y aquí llega lo divertido. Porque encerrar durante 48 horas a un niño en casa, a ciertas edades y dependiendo del niño o niña, puede ser un calvario para todos. Y no siempre la climatología es tan generosa como para permitir el tan socorrido paseo o la salida al parque para que el niño patee durante un rato el balón, se columpie o se lance de cabeza por el tobogán (a veces literalmente). O no siempre la economía o la cartelera permiten que puedas llevar a tu hijo al cine cada fin de semana.

¿Y cómo aprovechamos ese tiempo libre en familia?

Existen muchas actividades que los niños pueden hacer con los padres y donde lo más importante es que interactuen ambos. Lo sencillo es poner al niño delante de la tele o de la consola y cierto es que durante un rato no estará "molestando". Puede que eso funcione a corto y quizá no sea una mala solución pero ¿realmente estás aportando algo en la vida de tu hijo si haces eso?. Sin embargo hay otras cosas que sí que implican interacción; ayudarle a pintar, hacer manualidades, jugar juntos con lo que sea hacen que no sólo llenemos esos espacios comunes a ambos sinó que además lo hagamos con calidad. Y va a ser algo que padres e hijos agradecerán.

Abuelos y nietos

Los abuelos, de manera común, suelen ser una figura con tendencia a ser infravalorada en el núcleo familiar. Hay quien puede incluso llegar a verlos como una carga. Sin embargo, el papel de los abuelos en la familia y más concretamente para sus nietos es muy relevante no solo en la educación sino también en el desarrollo de los niños. La relación que se establece entre un abuelo y un nieto no es tanto de autoridad, rol que ya asumen los padres, sino de complicidad y eso es algo que los niños agradecen y necesitan. Pensemos que, de manera natural, los abuelos intentan darles a sus nietos aquello que le negaron a sus hijos. Y todo esto les ocurre en una etapa de sus vidas en la que ya no tienen la presión que tuvieron cuando ellos eran los padres. A casi ningún nivel. Una etapa en la que disponen de tiempo para dedicar y, sobre todo, para disfrutar de los niños. Y ahí está la clave. Porque además ese disfrute es en las dos direcciones.

No deja de ser cierto que a veces tenemos que enseñar a los abuelos y marcarles límites para que no pisen o echen por tierra las normas que marcan los padres. Y que a veces hay que estar casi más encima de ellos que de nuestros hijos. Pero creo que, al final, a todos nos compensa pagar ese peaje.

lunes, 20 de abril de 2009

Los beneficios de tener mascota

¿Quién no ha querido de pequeño tener un perro? ¿o un gato? ... yo lo cuido mamá... y lo saco a pasear... y le doy de comer. Lo que tú quieras que haga (te diga). Pero cómprame un perrito. Y tu madre te miraba consciente que acabaría cuidando ella de un animal que en el fondo creo que también quiso tener de pequeña. Pero las mascotas no son juguetes. No podemos aparcarlos cuando nos cansamos. Y aunque muchas veces la tentación de comprarlo es impulsiva tenemos que pensar en las consecuencias de lo que hacemos. Porque son seres vivos y debemos tratarlos como tal. De lo contrario acaban siendo víctimas de abandonos por parte de desaprensivos a los que le suponen una molestia cuando se van de vacaciones.

Por otro lado no hay duda de los beneficios que aportan a las personas los
animales de compañía. Mejoran la autoestima, dan cariño y son amigos fieles. Para niños y para adultos. Muchas veces es un miembro más de la familia y alguien a quién echamos de menos cuando ya no está. E incluso se usan habitualmente en terapias para gente con ciertas enfermedades. Porque los animales dan y nunca juzgan. Y lo hacen de manera incondicional. Por eso es importante que eduquemos a nuestros hijos a entender esa diferencia. Para que la familia siga creciendo aunque sus nuevos miembros no siempre caminen erguidos.

Los niños en Internet

Una de las mayores preocupaciones actuales de muchos padres, que además se ha visto acelerada debido a la rapidez con la que nos llegan las nuevas tecnologías, viene dada por la tupla formada entre Internet y niños. ¿Es seguro para nuestros hijos navegar por Internet?. Esa es la gran pregunta a la que la mayoría de los padres se enfrentan cuando sus hijos llegan a ciertas edades. Y más aún cuando la información que nos llega a todos, principalmente a través de noticias y telediarios, es siempre (o casi siempre) negativa en ese sentido. Oimos hablar de pedófilos que campan a sus anchas por al red, de redes de prostitución infantil y de todo tipo de actividades ilegales que cohabitan con los internautas en un medio donde es muy difícil establecer límites y controles. Y debido a esos miedos, justificados o no, tendemos a prohibirle el acceso a nuestros hijos, a retrasar lo que es inevitable que pase; que entren y que aprovechen todas las ventajas, que también las hay y son muchas, que ofrece Internet.

Y como otras muchas cosas en la vida no podemos evitar eternamente que se encuentren con malas situaciones pero sí que podemos ayudarlos y educarlos en el uso de Internet para que sepan cómo reaccionar si se ven atrapados. Podemos darle sencillos consejos: no des información personal, no compartas tus contraseñas, no des acceso a personas que no conozcas, etc. Podemos limitar las horas de navegación, podemos hacer que sólo puedan acceder a sitios permitidos. O lo que sería ideal: podemos sentarnos con ellos y guiarlos a través de un mundo de conocimiento donde sí, también hay muchas cosas positivas, educativas e interesantes.

domingo, 19 de abril de 2009

La comunicación con nuestros hijos

Uno de los mayores problemas que se encuentran los padres tarde o temprano es el de cómo comunicarse con los niños. Cómo debemos reaccionar cuando nuestros hijos nos responden maleducadamente, cuando no nos hacen caso, cuando nos desafían o, peor aún, nos ignoran. ¿Qué padre o qué madre no se ha encontrado un millón de veces en esta disyuntiva?. Y lo peor es cuando esta situación te pilla a contrapié. Porque la relación con tus hijos es un pulso constante en el que debes marcar siempre tu rol. Cambiarlo puede ser lo que acabe desacreditando tu autoridad.
Un error común es que a veces en este tipo de situaciones asumimos un rol de tutor o educador, en otras ocasiones lo que pretendemos es asumir el papel de amigo, en otras el de padre o el de experto... lo cambiamos, muchas veces en función de nuestro estado de ánimo y el niño lo percibe. Se da cuenta e intenta estirar la situación al máximo para ver si puede salirse con la suya. Y puede usar las rabietas, pataletas, etc para poner a prueba la paciencia y conseguir su objetivo. Si le dejas. Tan importante como qué le dices es el cómo se lo dices... aprender a hablar con niños es algo básico que te ayudará a mejorar las relaciones familiares, que evitará gran parte del estrés y el agotamiento que se deriva de estos conflictos.

sábado, 18 de abril de 2009

¿Es nuestro hijo un bicho raro?

Hoy en día la especialización y el exceso de información acaba quitándole crédito a la tarea de los padres y asustándoles a la hora de reaccionar. Cuando antes te caías y te hacías daño o te ponías enfermo tu madre era esa figura todopoderosa y omnipresente que te curaba, que tenía remedios para todo y que siempre sabía qué se tenía que hacer. Cuando hacías los deberes por la noche tu padre sabía resolver lo que a ti te parecían complejas fórmulas matemáticas y conocimientos al alcance de pocos. Tus padres eran tu mayor referencia y todo lo podían. Hoy no. Hoy el niño se hace daño y la sociedad rauda y veloz se apresura a decirte "no lo toques... llévalo al médico... tú no estás preparado, llévalo al psicólogo, llévalo al pediatra, llévaselo a cualquiera que sepa más de lo que sabes tú". Y al mismo tiempo nos dice "Cuida de tu hijo, edúcalo, no lo dejes solo". Mensajes contradictorios que confunden a cualquiera. Antes tu niño era movido y lo mandabas a la calle a patear durante horas una pelota (y volvía contento y agotado). Ahora te lo llevas al médico para ver si sufre hiperactividad, ansiedad o algún otro tipo de "tara" que la sociedad te dice que no debe tener o que tendría que tratar.

Pero lo cierto es que muchas de estas cosas que hoy en día tendemos a exagerar (lo cual no quiere ni mucho menos decir que no puedan ser reales) resulta que forman parte de las características normales que definen las etapas por las que pasan (y hemos pasado) todos los niños. Estas etapas las podemos dividir en: Entender qué es lo que les pasa a los niños en cada una de estas etapas nos ayuda a quitar hierro a muchas de nuestras preocupaciones... "ah, bueno... es que eso es normal para su edad...". "Mi hijo no es un bicho raro"

Nueva comunidad de padres



Con la velocidad a la que la nueva tecnología llega a nuestros hogares los saltos generacionales que siempre han existido entre padres e hijos se están acelerando a pasos agigantados. Hoy nos encontramos que muchos padres se están quedando fuera de un lenguaje tecnológico cuyo uso es cada vez es más habitual a una edad más temprana. Nuestros hijos están más acostumbrados y se manejan mejor incluso que nosotros mismos en entornos como el de Internet. Esto provoca que la comunicación entre ambas generaciones sea tan alejada o tan cercana como nosotros mismos nos propongamos. Los chats, redes sociales, el correo electrónico, etc, son herramientas de uso diario que pueden distanciarnos o, por el contrario, acercar a nuestros hijos a nosotros.

La
comunidad de padres Baobab Parents pretende acercar y normalizar las relaciones entre padres e hijos a través de una serie de debates en los que los padres pueden lanzar sus consultas a expertos pedagogos o a otros padres sobre temas que abarcan desde las relaciones en la familia, el ocio infantil, los problemas de tus hijos en el colegio, su conducta o sus miedos. Estas consultas entre padres se complementan y se profundizan a través de una serie de artículos relacionados que ayudan a resolver las dudas y dan información específica para temas concretos.

Además, toda esta información se completa con una serie de consejos asociados que pueden ser de gran utilidad y que orientan a los padres sobre cómo actuar y hacer frente a problemas comunes y del día a día, aportando soluciones y pautas aplicables con facilidad por todos los padres.