sábado, 18 de abril de 2009

¿Es nuestro hijo un bicho raro?

Hoy en día la especialización y el exceso de información acaba quitándole crédito a la tarea de los padres y asustándoles a la hora de reaccionar. Cuando antes te caías y te hacías daño o te ponías enfermo tu madre era esa figura todopoderosa y omnipresente que te curaba, que tenía remedios para todo y que siempre sabía qué se tenía que hacer. Cuando hacías los deberes por la noche tu padre sabía resolver lo que a ti te parecían complejas fórmulas matemáticas y conocimientos al alcance de pocos. Tus padres eran tu mayor referencia y todo lo podían. Hoy no. Hoy el niño se hace daño y la sociedad rauda y veloz se apresura a decirte "no lo toques... llévalo al médico... tú no estás preparado, llévalo al psicólogo, llévalo al pediatra, llévaselo a cualquiera que sepa más de lo que sabes tú". Y al mismo tiempo nos dice "Cuida de tu hijo, edúcalo, no lo dejes solo". Mensajes contradictorios que confunden a cualquiera. Antes tu niño era movido y lo mandabas a la calle a patear durante horas una pelota (y volvía contento y agotado). Ahora te lo llevas al médico para ver si sufre hiperactividad, ansiedad o algún otro tipo de "tara" que la sociedad te dice que no debe tener o que tendría que tratar.

Pero lo cierto es que muchas de estas cosas que hoy en día tendemos a exagerar (lo cual no quiere ni mucho menos decir que no puedan ser reales) resulta que forman parte de las características normales que definen las etapas por las que pasan (y hemos pasado) todos los niños. Estas etapas las podemos dividir en: Entender qué es lo que les pasa a los niños en cada una de estas etapas nos ayuda a quitar hierro a muchas de nuestras preocupaciones... "ah, bueno... es que eso es normal para su edad...". "Mi hijo no es un bicho raro"

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