sábado, 11 de julio de 2009

Sugus

Eran el equivalente a la coca cola de las golosinas. Difícilmente encontrabas a alguno que te dijera que no le gustaban. Eran las pipas de los dulces. Cuando empezabas el primero tu cuerpo empezaba a segregar sin mesura endorfinas que impedían que pudieses parar. De hecho casi estoy seguro que uno de los ingredientes que le ponen al tabaco para generar adicción es extracto de sugus. Quizá el secreto es que eran más baratos que otras golosinas. No lo se, pero el caso es que siempre lucías con orgullo tu bolsita multicolor llena de esos pequeños vicios... ¿quieres?... y el siguiente gesto era inevitablemente el de rebuscar entre todos aquellos los pecados el de tu color preferido. Ríete tú de todos los test psicológicos. Podrían empezar a analizar tu personalidad sólo por todo el protocolo que se activaba para seleccionar, quitar el papel y engullir cada una de esas malditas tentaciones. Cada uno lo hace a su manera. Y aquí debo confesar un secreto. Quizá llegué a atrofiar mis papilas gustativas por todos los años que de joven me tiré desactivando a bocados minas antipersonales en Vietnam pero el hecho es que, por mucho que los pruebe e intente saborear, a mí todos los colores siempre me han sabido igual. Lo se. Esta discusión ya la he tenido muchas veces pero siempre se acababa cruzando en mi camino algún vacilón que se apostaba la chorrada de turno a que acertaba todos los sabores sin mirar. Y como las personas demasiadas veces nos dejamos llevar por la locura del pachúloyo la consecuencia directa era que me acababa encontrando delante de un niño con los ojos vendados que, como si de un sumiller se tratara, iba cantando los colores de los envoltorios que con ahínco yo escondía en mi mano tras retirarlos a escondidas de los dichosos caramelitos. Y entre cada uno sorbía un traguito de agua, para matar el sabor, explicaba, como si el agua tuviera ni por asomo ese tipo de propiedades. Te limpia la boca, me decía. Hombre... limpiarla la limpia...otra es que te quite el sabor. Pero siempre me reservaba la licencia de meter el último en el vasito de agua y rebozarlo en algo desagradable justo antes de que se lo llevara a la boca con la medio sonrisa victoriosa del que ha acertado todos los anteriores. Saborea, saborea tu victoria. Aunque yo que tú no me la tragaba. Y por cierto. Tampoco conseguí jamás que nadie cayera en ninguna trampa dejando un rastro de sugus debidamente separados como siempre pasaba en los dibujos. Pero aún así nunca he perdido la esperanza así que si un día ves un sugus tirado en el suelo y te agachas a cogerlo, recoge también los otros 49 y, ya puestos, métete debajo de la caja de cartón gigante y empuja un poco el palo para que se cierre. Que a no te cuesta nada y yo ya me saco esa espinita y vamos pasando página.

domingo, 14 de junio de 2009

Viejas fotos

Ahí estaban. Ocultas en lo más profundo de un cajón bajo toneladas de antigüas notas de la EGB, álbumes de manualidades, dibujos y otros papeles de la infancia. Nos situamos. Existía en la época (no se si hoy todavía existe aunque supongo que sí) en el colegio la costumbre de hacer la foto conjunta de la clase con todos los niños y profesores. Para que niños y padres guardaran un recuerdo al mismo tiempo que la escuela hacía un dinerito. Y además de la de grupo te hacían unas fotos individuales en varios tamaños por si los egocéntricos padres consideraban que el guapo es el mio y el resto no los quiero pa ná. Hasta aquí todo correcto. Daba la casualidad que en mi caso, como en de unos pocos niños más, nos encontrábamos que teníamos en cursos superiores o inferiores a hermanos o hermanas que estudiaban en el mismo colegio. Con lo que para asegurar el tiro nos hacían las fotos individuales a los dos hermanos juntos al mismo tiempo. Todo lógico de momento. El problema empezaba cuando, el día que te tocaba hacerte la foto, tu madre decidía hacer la gracia de vestirnos de la misma manera (porque obviamente aprovechaba todos los 2x1 de los mercadillos) e ibas ese día a la escuela en plan zipizape. Sencillamente humillante. Y como no, teníamos que salir guapos. Uuuu ... agárrate los machos que vienen curvas. La traducción de guapos implicaba que mi hermana se pasara 15 minutos chillando mientras mi madre le hacía dos coletas. Cogía el peine y empezaba sin piedad a estirar el pelo hubieran nudos o no para acabar con una coleta 5 cm por encima de la oreja derecha y la otra 15 por encima de la izquierda. Y bien tirante. De repente se le veía el doble de blanco en sus ojos y una lagrimilla resbalando por la mejilla. ¿Ya estás? ¿Aprietan? Fffiiii...dde dooóca. Y yo entraba en el lavabo con mi indomable pelo rizado rollo querubín y salía con algo parecido a una fregona en la cabeza, con multitud de ondas, raya al lado y lamido de vaca para que se aguante a base de litros de colonia nenuco. No bastaba con cebarse con la imagen. También tenía que ir como una mofeta.
Luego entrabas en la sala con el fotógrafo, te colocaban con el fondo blanco detrás y cuando el hombre se ponía tras el aparato las caras de ambos eran un poema. Los morros hasta el suelo y unas pintas que hablaban por si solas. Y el fotógrafo, viendo la escena con los ojos llenitos de lástima susurraba por lo bajini un intento de "sonreid". ¿Tú me estás viendo, tio? Que sonría tu vieja, majo. Dispara y acabemos con esto.
Esas fotos son sencillamente horriiiiibles. Dos criajos super serios con cara de ángeles del infierno y expresión de tengo un mal día y más te vale que no hagas comentarios porque sé matar con el pulgar. Vestidos idénticos como las dos caras de una misma moneda, la cruz y la cruz. Ahora las miro y me entra la risa. En ese instante congelado por la lente era obvio que no.

sábado, 13 de junio de 2009

Remedios de madres

Círculos concéntricos en el sentido contrario a las agujas del reloj. Quiticlín, quiticlín, quiticlín. Tu mirada clavada en el borde del vaso y la voz de tu madre en un tono imperativo que dejaba poco lugar a dudas. Deja de darle vueltas y bébetelo ya. Inequívoca sensación de que te la están colando. El colacao no hace tanta espuma. Ya te ha vuelto a meter un huevo crudo en la leche, campeón. ¿Por qué? Pues por esa curiosa teoría que madres y abuelas se sacaban de la manga que decía que este niño está anémico, raquítico o vete tú a saber y hay que chutarle vitaminas, hierro o proteinas directas a la vena, sin peajes y sin beso. Remedios, muchas veces caseros y generalmente placebos, arrastrados generación tras generación, sobre todo en zonas rurales. Que no dudo que aún hoy se sigan usando e incluso le den cancha y motivo al amigo Txumari para hacer en la tele un programa donde beberse sus propios meos y jugar con la alquimia de las verduras. Pero me permito dudar de la efectividad de guardar una raíz bajo la almohada para curar las almorranas. Si la raíz no te toca la parte baja de la espalda, ni la ingieres, ni entra en contacto directo con tu cuerpo bien sea líquida, sólida o gaseosa, amigo mio, me temo que este año tampoco vas a poder correr el Tour.
Y qué decir cuando te caías jugando o te dabas un porrazo, tú ... dolorido, sollado y llorando a moco tendido y ese adulto que se acercaba con el sana, sana, culito de rana, sinosanahoysanaramañana. ¿Ya está? ¿Esta tontá es lo mejor que sabes hacer? Si he dejado de llorar es por vergüenza ajena, majo! Que entiendo que no tengas el título de ATS pero hombre, siendo un niño, tampoco es demasiado complicado impresionarme y te has quedado bastante lejos de superar ese listón. Pues vaya fiasco. Ya voy yo a ponerme una tirita y a desinfectarme el orgullo. No pasa nada. Y así, esquivando trampas y con cierta resignación pasaron los días. Intentando aparentar estar sano dentro de los peculiares criterios de los mayores que me rodeaban. Aún hoy, cuando veo a un niño entonando con dignidad y estoicidad un "sabe raro" no puedo evitar que se me escape una sonrisa. Si tú supieras.

Tecnología generacional

Hubo un tiempo, y de eso no hace tantos años, en el que ver a una persona gestos al viento, oreja en mano y movimientos rotatorios y orbitacionales en un palmo de suelo nos resultaba chocante a todos (más allá, claro, de esa chulería hecha danza denominada chotis que consiste algo parecido a eso). Eran aquellas primeras veces en las que veíamos a un sujeto o sujeta hablando por un ladrillo negro que por aquel entonces insistían en llamar teléfono móvil (hijo bastardo y no reconocido del inhalámbrico). Y muchos no entendíamos la necesidad de semejante aparato que, hombre, cómodo no era y barato mucho menos. ¿Pa qué lo quieres?.. pensábamos... qué tendrá que decirle al sujeto o sujeta del otro lado que no pueda esperar a que llegue a casa. Debe ser lo suficientemente importante como para que te compense arrastrar ese cacharraco que ni de coña te podías meter en el bosillo, con una batería que te duraba la friolera de dos horazas, la lanza de Don Quijote por antena y cantando la traviata, turandot, el barbero Sevilla y el de Albacete por espacio públicos (con ele) y privados (con ele! también). Cariño, que llego tarde... pues sí... era importante... si no la llamas en ese momento no se habría dado cuenta nunca en la vida de ese desfase temporal y espacial que sufre tu persona y que hace que ahora no estés donde dijiste que ibas a estar. En fin. Poníamos en seria duda que la cantidad de células y materia gris de aquellas personas o personos llegara a los mínimos requiridos por las autoridades sanitarias para existir.
Y mira tú por donde, nostradamus de pacotilla, el dichoso aparatejo se ha convertido, unos años después, en una extensión imprescindible de nuestras vidas hasta el punto de sufrir ataques de ansiedad y angustia si nos lo dejamos en casa o nos quedamos sin batería. Y vemos los nuevos modelos con estupefacción a la voz de ui qué de cosas tiene, ui qué de cosas hace, ui que de cosas tú, qué de cosas. A lo que está llegando la tecnología, fíjate.
Pero eso que nosotros concibimos como un milagro de la modernidad para la nueva generación es su hábitat. Es donde han crecido. No conciben estos aparatitos como un teléfono de los de toda la vida con chorradicas, al contrario que nosotros, sino como una forma natural de estar en continuo contacto con sus amigos en su lenguaje, instantáneo y necesario. Envian SMS, chatean, comparten fotos, escuchan música, juegan ... todo con el mismo endiablado aparatito perfectamente tuneado y que ya manejarían son soltura en el mismísimo vientre materno si ahí les llegara la cobertura. Y de la misma manera conciben Internet, la televisión, los videojuegos y el resto de compañeros de viaje que acompañan su tiempo de ocio. Y los miramos desde la distancia criticando la nueva generación con los mismos lemas y las mismas palabras con las que nuestros padres lo hicieron con nosotros y nuestros abuelos con nuestros padres. Lo que, innegablemente, no deja de tener cierta gracia.

sábado, 6 de junio de 2009

Con la familia

Vamos, arribaaaa, que ya es hora!! Fogonazo de una luz que se encendía medio metro por encima de tu persona y tú, que te dabas media vuelta para repetir mecánicamente ese cincominutosmaaas que por inercia acudía a tu boca como acto reflejo e institivo de una situación repetida a diario. Pero luego un clic del mecanismo te hacía reconocer que algún engranaje casaba en su sitio en algún lugar de tu cabeza y tomabas conciencia, aún medio dormido, de la diferencia que esta vez suponía la misma sentencia. Porque de pronto sabías que era un sábado y eso le daba otro sentido a la frase. El madrugón esta vez no era para ir al colegio. Te ibas a la playa y eso suponía todo un ritual. Te esperaba el gran azul. Así que aún sin estar del todo despierto saltabas raudo y veloz de la cama... cloc... mejor por el otro lado, campeón, que hay menos pared... ¿ves que bien? tranqui, que no te ha visto nadie... y te lanzabas en la búsqueda del bañador y de un desayuno que esperaba pacientemente a ser engullido en un tiempo récord. Y allí estaba, al lado de la puerta esa nevera de playa azul, espectante. Dentro, como por arte de magia había espacio para sandwiches, fiambreras (de las que ahora todos llamamos tuppers, tapers, tápergüers), latas de refrescos (y cervezas pa los papis), medio melón, media sandía, la clásica tortilla de patatas, fruta variada, agua, y un millón de cosas más sumergidas entre varios centenares de cubitos de hielo de los de antes. De los que no se deshacían ni metidos en una tostadora en la savana africana. Y te metías en el coche ilusionado por tener que comerte 2 horas largas de caravana bajo la tostonera de un impasible lorenzo con 6 personas más apretujadas en el mismo cubículo. Porque el momento del disfrute te llegaba cuando en la línea del horizonte se dibujaba esa franja azul, aparcabas el coche y del maletero empezaban a salir taburetes, tumbonas, toallas, la sombrilla, pelotas de playa de Nivea (míticas), las palas de madera con la pelotita (versión en bruto de las actuales), revistas, alguna novela de bolsillo, el frísbi que siempre sacabas y nunca usabas (promoción de alguna marca), un güalman destinado a morir víctima de la arena, un mini tablero plegado para jugar a las damas o al ajedrez con piezas imantadas, el cubito con el rastrillo para hacer castillos, litros de crema solar, bañadores de recambio por si a alguno le escocía la arena, esterillas y la barca y colchones hinchables. Amén de la sempiterna neverita alrededor de la cual tu vida orbitaba ese día. Fuente inagotable. La nevera y tú. Y así, coriendo, saltando, revolcado por las olas, de la sombrilla al agua y del agua a la sombrilla se pasaba el tiempo libre en familia en unos años en los que aún no habíamos oido hablar de la capa de ozono, del cambio climático, ni nos preocupaban las medusas, las hipotecas ni el dichoso cuento del bísnes. Que a ver cual de las tres nos produce más urticaria. Y todos volvíamos a casa felices y rojos como gambas. Con el ánimo y los hielos de la nevera intactos.

martes, 26 de mayo de 2009

Pulsos

El cuchillo sube y baja a la velocidad del rayo. Con cortes rápidos y no tan precisos como uno desearía. Más rápido de lo que uno se sabe capaz de controlar. ¿Por qué tanta prisa? ¿Y este silencio? ¿Por qué he desconectado? ON. Chas, chas, chas chas ... de nuevo perceptible al oido el peculiar crujir de la patata en contacto con el filo, el chisporroteo del aceite ya caliente en la sartén, la respiración entrecortada. Y lo más importante. El leif motif del asunto. El quieropatatas, quieropatatas, quieropatatas, en pleno subidón de un moco que apenas levanta un metro del suelo y que exige satisfacción inmediata de una necesidad primaria. Que en este caso no es comer sinó cubrir un antojo. Quieropatatas, quieropata.. OFF. Vale, ya se porqué había desconectado. Vuelta al silencio mental. Ya recuerdo porqué me juego extensiones de mi persona en una lucha a contrapelo con una lámina de acero que parece sonreir cada vez que baja. Esta no te he pillado pero ya verás la siguiente, chaval. La noche es joven y promete. Que no es que no pueda prescindir de un dedo o incluso una mano. No es eso. Es que me van bien para hacer de tope del reloj. Si no se me cae. Bueno .. a lo mio. Patatas a la sartén. Venga dale caña. ON ...eropatatas, quieropatatas, quie - ya estaaaan, les falta un poooooco - ropatatas, quie... OFF. Madre mía. ¿Por qué tarda tanto esto? Esta paciencia solo son capaces de tenerla los padres. Herodes vuelve. Que visionario incomprendido se perdió el mundo de la canción. Ya están .. rápido al plato! ON. Venga a la mesa! ... plato puesto, tenedor en mano y sentencia. No, no quiero patatas. Quiero pescado. mmmcagnnntupelleeeejo. Cómo puede ser. Me vacila un retaco, a mi que soy un tio inteligente, que no se desdibuja con la presión. Cómete las patatas, no hay pescado. Pucherazo de morros y llanto de Oscar al mejor guión adaptado, actor y película. Pelín sobreactuado, eso si. Y el Oscar es para... el señor Mayer, que con sus salchichas salvan en el último momento la situación. Y tu allí, masticando las patatas que más te van a costar pasar en tu vida con la ironía de saber que tu también querías pescado. Y encima la salchicha ni me la dejó probar.

sábado, 23 de mayo de 2009

33

Treinta y tres. De hacer y soñar. De reir y llorar. De alegrías y decepciones. De descubrir y ocultar. De acertar y fallar. De compañía y soledad. De desencanto e ilusión. De sembrar y recoger. De dar y recibir. De ganar y perder. De pelear.
Treinta y tres. Tiempo que parece detenerse unas veces y que otras se escapa vertiginosamente por las grietas de tus dedos cuando tu puño intenta capturar y retener un instante, una milésima de una vida, que tu retina graba a fuego y cenizas en tu memoria y que pasa a formar parte de tu esencia. Instantes que reconoces irrepetibles. Porque cuando faltan sustancias sobran los detalles. Porque no hay que dar crédito ni cancha a las cosas hechas para la galería. Porque cuando pintan bastos y toca mojar filos tienes que defender tu pellejo con agallas y oficio. Y venderlo caro. Así se han dado siempre las cuchilladas. En corto y a lo que salga. Asumiendo que a veces toca tragar y otras estocar. Mientras que hay que derrochar humor y risas a mano abierta y sin pudor cuando todo tiene el color del culo de espinete y todo casa en su sitio con precisión suiza. O lo más difícil. Aplicar el mismo cuento cuando los huracanes oscurecen y fruncen tu ceño. Cuando tus tripas exigen acariciar con guantelete mejillas y bocas que aceleran tu pulso.
Treinta y tres. Sin ninguna pretensión de perfección. Donde el reto se limita a volar sin despegar los pies del suelo. A pintar sonrisas en ojos con lágrimas. A agarrar manos que boquean desesperadas hacia el vacio. A compartir sudores cuando los codos se unen en un mismo esfuerzo. A dejar estelas donde otros buscan huellas. Sin perseguir imposibles. Tan sólo peleando quimeras. Gratis. Lo que llegue será bien recibido. Y lo que no ya lo iremos a buscar. Todo a su momento.

martes, 19 de mayo de 2009

Recuerdos de infancia

Te acuerdas de aquel tiempo, cuando las decisiones importantes se tomaban mediante un práctico... 'Pito-pito gorgorito... dónde vas tú tan bonito?...A la era verdadera... pim pom fuera!'? Se podían detener las cosas cuando se complicaban con un simple...'No ha valido' o ¡CASA!.' Los errores se arreglaban diciendo simplemente... 'Empezamos otra vez'. El peor castigo y condena era que te hicieran escribir 100 veces... 'No debo.. Tener mucho dinero, solo significaba poder comprarte un helado... o una bolsa de chucherías a la salida del cole... Hacer una montaña de arena, podía mantenernos felizmente ocupados durante toda una tarde... Para salvar a todos los amigos... bastaba con un grito de...'Por mi! Por todos mis compañeros y por mi primero'. Siempre descubrías tus más ocultas habilidades, a causa de un ¿A que no haces esto? No había nada más prohibido que jugar con fuego...'TONTO EL ÚLTIMO' era lo único que nos hacía correr como locos hasta que sentíamos que el corazón se nos salía del pecho... El 'poli y ladrón' era solo un juego para el recreo, y por supuesto era mucho más divertido ser ladrón que policía...Los globos de agua... eran la más moderna, poderosa y eficiente arma que jamás se había inventado...La mayor desilusión... era solo haber sido elegidos últimos para el equipo del cole... Nunca faltaban los caramelos que tiraban los reyes en Navidad, ni el dinero que nos dejaba el ratoncito Pérez bajo la almohada...'GUERRA' solo significaba arrojarse tizas y bolas de papel durante las horas libres en clase...Los helados y la leche con galletas constituían el grupo de los alimentos básicos y esenciales..Quitarte las ruedas pequeñas a la bici significaba un gran paso en tu vida....El mayor negocio del siglo era conseguir cambiar los diez cromos repetidos por el que hacía tanto tiempo que buscabas..Hacer cabañas con ramas cuando íbamos de excursión al campo nos entretenía durante horas...hasta que venían a avisarnos de que teníamos que marchar y llorábamos desconsolados...Todos te admiraban si lograbas cruzar la comba mientras saltabas...Era un gran tesoro si encontrabas trozos de escayola en los cubos de basura y poder dibujar en el suelo y jugar...Sentarnos frente al televisor... a las 5 en punto con los ojos desencajados y ver 'Barrio Sésamo'. Creerte superman o supergirl...y ponerte la bata del cole a modo de capa mientras subidos en cualquier escalón deseabas con todas tus fuerzas poder volar como ellos...Todas estas simples cosas... nos hacían felices, no necesitábamos nada más....un balón, una comba y dos amigos con los que hacer el ganso durante todo el día...
Y EL ÚLTIMO EN LEERLO... ¡¡LA LLEVA!!!

domingo, 17 de mayo de 2009

Excursiones

Rondaban en los telediarios de aquellos días noticias sobre la primera Guerra del Golfo del sr. Bush padre. Aclaro. Golfo: lugar del conflicto situado en la antigua Babilonia. Bush: una de las partes implicadas e interesadas, más que nada, en no perder su parte de pastel en el negocio del oro negro. Las comas en la primera frase las he obviado adrede. Eran días de manifestaciones, protestas y huelgas en contra de la dichosa guerrilla. Una guerra televisiva de luces nocturnas (ui que bonicas! .. no son luciernagas, tio, son misiles) y gaviotas rebozadas en crudo. Y cada vez que se lanzaba una manifestación, colateralmente nosotros no teníamos colegio. Una de estas mañanas de lidia, sin clases y aburridos, se nos ocurre que podemos ir a casa, proveernos de avituallamientos (vamos... bocata, agua y arreando que es geranio) y hacernos una escapada al campo a estirar un poco las piernas. Y en esas estábamos y eso hacemos. Que no hay nada como no tener un duro en el bolsillo para estimular tu ramalazo ecológico. Total, que nos vamos tres pimpollos, dos amigos y el menda que subscribe, a dar un paseico al campo aprovechando el día de solete. ¿Dónde vamos?. Seguidme que yo conozco un sitio. Primer error. Después de una hora y cuarto subiendo y bajando unas cuestas que hacían del Tourmalet una colina para domingueros, en busca de un camino que llevaba a no se qué lugar, estabamos los tres completamente reventados. No puedo dar un paso más, tios. Y eso comentábamos, cómo no, a mitad de otra subida cuando mi cabeza gira 90 grados a mi izquierda, donde estaban situados mis mal nombrados amigos, con la lengua preparada para lanzar una réplica mordaz. Y cual es mi sorpresa al ver que donde yo esperaba encontrar a dos personas sólo hay un vacío. Así que los 90 grados se convierten en 180 en la misma dirección para acabar descubriendo a dos cohetes, segundos antes personas, corriendo cuesta abajo como si en ello les fuera la vida. Evidentemente no entiendo nada hasta que instintivamente mi cabeza vuelve a la posición original y veo, en una distancia que se acortaba a pasos agigantados, a un señor dóberman que entonces me pareció del tamaño de un caballo, corriendo hacia mi con los ojos en blanco, espumarajos en la boca, lengua al viento, dientes marfil y con actitud de dame un beso, tonta, que eso no duele. Mi reacción, completamente instintiva, no tardó ni medio segundo en hacer acto de presencia y juro que bajé aquella cuesta sin que mis pies tocaran el suelo (literal), blasfemando en arameo y maldiciendo interior y exteriormente a mis dos "amigos" que tan amables fueron al ponerme sobre aviso. Obviamente no me giré en ningún momento a comprobar si el perro me seguía o no.. supongo que se debió cansar o, perplejo, debió parar al ver tal velocidad de aceleración, más propia de un fórmula uno que de una persona. Cuando aún con el corazón en la boca me volví a encontrar con mis amigos nos miramos fijamente. Los tres intentando hacer llegar aire a nuestros pulmones. Que no te digo ná... y te lo digo tó. ¿Media vuelta? Venga. Y la próxima chavalotes... nos vamos al cine.

Entre el acoso y el juego

No se sabía ni cómo ni porqué pero el hecho es que de repente y sin venir a cuento se formaba el pasillo. Quizá lo provocara un comentario o alguien a quien le apetecía compartir su merienda. Mira tu por dónde hoy vamos a repartir galletas! Manos levantadas y sonrisas de oreja a oreja. Y eras lo suficientemente rápido para formar parte de él o pasabas a ser víctima. Así de fácil. Dos bandos. Los que daban las collejas y los que las recibían. Una fracción de segundo y tu capacidad de reacción marcaban cual era tu lugar. Vencedores o vencidos. Porque una vez que la bestia sinuosa tomaba forma ni te dejaban acoplarte ni había escapatoria. Si tus palmas no apuntaban al cielo esa vez te tocaba infierno. Sabías que la columna no se deshacía hasta que todos hubieran pasado. Rara vez los niños tienen tanta paciencia para esperar como cuando se formaba aquel maldito pasillo. Y el sin sentido era organizado. De uno en uno y en riguroso orden. Hasta para eso éramos pardillos. Una desbandada masiva podría haber hecho que alguno se escapara de pillar. Pero en aquellas lides tomabas las de Villadiego sin mirar atrás. El último, por favor. Nooo ... si va por número. Ah, gracias. Creo que ya me toca a mi. Tomabas aire, medías la longitud del pasillo y posicionabas mentalmente a aquellos dos o tres que sabías que daban con más ganas. A veces el animal aparecía cuando llevabas colgada la mochila pero nunca la usabas para protegerte porque sabías que si lo hacías volaban las patadas. Tres. Dos. Uno. Adelante. Bum, zaca, plas, plas. Venga que ya llevo la mitad. Placa, placa, plassss. A la derecha, que Toni da fuerte. Ziuu, casi. Plas, plas. Vale!! ya estoy fuera. Como un rayo. Jamás volvías a correr tan rápido como entonces. Estoy seguro que a Usain Bolt le hicieron muchos pasillos de pequeño.
Estas cosas siempre existieron. Eran juegos. Unas veces te daban y otras te tocaba dar. No se si hoy lo llamarían acoso. O bullying. Que últimamente parece que usar la nomenclatura de los hijos de Albión le da como más caché. Cosas de crios. Donde nunca llegaba la sangre al río. Hoy pasa esto y sales en la cabecera de la mitad de los telediarios. Y tampoco es eso, señores.

jueves, 14 de mayo de 2009

Espacios de juego

Agazapado en un rincón levantabas apenas unos centímetros la tela. Lo justo para comprobar si corría peligro tu seguridad. Una fracción congelada en el tiempo en el que unos rayos de luz y una leve bocanada de aire se introducían como ladrones, de un mundo extraño y ajeno al que estabas en ese momento, e invadían con insolencia e impunidad tu espacio y tu intimidad. Sin permiso. Luego, más tranquilo, deslizabas de nuevo la mano al interior y volvía la oscuridad. Y el silencio. Dabas rienda a tu imaginación y veías en tu mente, con transparencia cristalina, escenas que volaban de un sitio a otro sin demasiado orden pero extrañamente coherentes. Era tu lugar. No sólo físico sino personal. Ese que cuando eres adulto te pasas la vida buscando. Ese que muchas veces olvidas que necesitas. Ese que cuando tienes no le das importancia. El que, cuando no tienes, echas de menos. Y la emoción estaba tanto en tenerlo como en conseguirlo. Hacerlo era fácil cuando todo mutaba de su forma original a la que tu fueses capaz de darle. Para ellos eran las cañas que habías arrancado de las tomateras. Para ti los cimientos que sostenían tu mundo. Para ellos era la lona que tapaba el coche. Para ti la cubierta que protegía tu existencia. Para ellos un intento de cabaña hecha con restos. Para ti lo era todo. Todo lo que tú quisieras que fuese con independencia del filtro que aplicaban los ojos externos. Esos ojos que eran y son incapaces de entender. Que te cayera un chaparrón por el cómo era un peaje que pagabas gustosamente. Un daño colateral que asumías como parte del juego. Un juego que uno nunca debería dejar de jugar. Exista o no la cabaña.

domingo, 10 de mayo de 2009

Preguntas de niños

¿Por qué el mar no se sale? ¿Los pájaros que hay en España son españoles? ¿Por qué no se lavan los dientes los conejos... y ... por qué no llevan gafas? ¿Cómo lo hacen los peces para hacer pipí? ¿En el cielo hay "Corte Inglés"? ... Qué grande es esa fase, por la que pasan todos los niños, en la que semejante fusilamiento de preguntas hace que el de balas se convierta en una idea atractiva, casi agradable. Que venga Goya y pinte esto. Porque el tipo de preguntas a las que te someten son más duras que los tercios de Flandes. Poderosas en su lógica, simples a la vez que aplastantes. Y las disparan directas y a pelo, sin beso ni almíbar que las suavice. ¿Quién puede más Superman o la Masa?... esteee no se ... Superman supongo, porque puede volar... aaaaah... ¿y quién puede más tú o la Masa? Y cuando les dices que la Masa es más fuerte te miran con asombro, mezcla a partes iguales de decepción y desprecio. Pues vaya mindundi estás hecho, deben pensar.
Y es que podríamos clasificar las preguntas por su tipo. Ejemplo. Las incordiantes. Niño que se levanta de su cama a las dos de la mañana y te despierta al grito de ¿a que no se dice puta, cabrón y gilipollas?, ¿a que no?. Las acusadoras. Esas que hace cuando sabe que ha hecho algo mal, del tipo ¿a qué no pasa nada si me meto un garbanzo en la nariz y me lo empujo para dentro? ¿a qué no pasa nada si tiro los macarrones por la ventana?. Las contrapié. Suelen ser las de sexo. Tú te lo preparas. Compras libros de educación sexual que te explican lo del espermatozoide y el óvulo y de repente un día tu hijo te salta sin venir a cuento con un papá, ¿qué es una paja? ¿tú te haces pajas?. Las indiscretas. Mamá ¿cuánto vale el coche de papa? Y la lista sigue. Pero tranquilos. Es una etapa perenne. Sólo hay que pensar que un día él o ella también serán padres. Y entonces nos tocará a nosotros esbozar una sonrisa mientras le decimos.. contesta anda... contesta tú. Que a mi me da la risa.

viernes, 8 de mayo de 2009

Herencias

Que levanten la mano los que alguna vez hayan llevado coderas. No os corteis, no. Las rodilleras también valen, no os escondais. Está bien... si tu mano está levantada, bájala antes de que te empiecen a mirar mal. Unos mínimos de dignidad, hombre.... Tú tienes hermanos. Seguridad a un 90%. Porque uno no se ponía coderas por moda sino por muda. En concreto por falta de muda. Y lo más importante. Porque era ropa que habías heredado. Y es aquí cuando empezamos a meter el dedíco donde duele. Ese jersey, esa chaqueta o esa sudadera tenía más batallas y más historia que los griegos y los romanos juntos. Era de segunda mano, cuando no de tercera. Dependiendo del número de veces que se escoñara la tele en tu casa, de la frecuencia y del sexo (entiéndase hombre o mujer) de tus anteriores hermanos. Basándose en estas combinaciones el azar se reía de tí con más o menos crueldad y en tu cara. Segundo y a más de tres años de distancia igual pillas un poco, chaval. ¿Tercero y con un añito y poco de diferencia? Ya has pringao!! Olvídate de estrenar nada hasta los 21. Y lo poco que pueda caer de tu propiedad, escóndelo. Porque murphy, no contento con el negocio de las cervezas, se ceba con la lógica y las leyes universales y hace que la única camiseta que es tuya le guste también a todos tus hermanos. Vérsela puesta a alguno de ellos te revuelve el estómago y en lo más profundo de tus entrañas. Y ahí no se mete a lidiar ni la convención de Ginebra. Ni hablar. Os las arreglais solos y enterrais los cadáveres, que yo no los vea. Aquello era territorio comanche. Encima que tengo que llevar tu jersey con las coderas me quitas la mia. Encima que tengo que borrar en tus libros las soluciones escritas a lapiz te aguanto el desplante. Hasta aquí. Por encima de tu cadaver, majo!. No me provoques que te suicido. El que venga por detrás que se busque la vida. Y el último que cierre la puerta.

jueves, 7 de mayo de 2009

Del juego a la gloria

Era roja. Brillaba como un diamante recien tallado y pulido. Era lo que un niño puede llegar a entender por la definición de perfecto. Había estado machacando hasta la exasperación para conseguirla. Todo lo que un crio puede ser de pesado, que ahí es ná. Era imposible que ese cumpleaños no cayera. Igual de imposible que los cuatro años anteriores en los que me acabé comiendo un jersey o no recuerdo qué. Con un gracias mascullado entre dientes y la decepción por bandera. Pero ese cumple apuntaba maneras. Nunca subestimes lo cansino que puede ser un niño. Se puede elevar la pesadez a la categoría de arte. Ya te digo si se puede. Como ver Lawrence de Arabia, El paciente inglés y El último emperador del tirón. Y por fin el esfuerzo obtuvo sus frutos. Llegó la tan ansiada bicicleta. Que no por ser poco original te hacía menos ilusión. De hecho casi llegaba a la necesidad porque correr con una tartana de nena detrás de todos tus amigos y de sus bólidos de ángeles del infierno rozaba lo humillante. Y ésta era genial en su sencillez. No tenía millones de marchas como las de ahora. Que va. Un plato, un piñón y así era como había que llevarla.. a piñón. ¿Que venía bajada?... a saco... ¿que venía subida?... aquí depende. De si ibas solo o no. Porque si ibas con amigos no echabas pie a tierra ni que se hundiera el suelo y se tragara media bici. El orgullillo, ya se sabe. Ese que aún hoy nos hace cometer alguna que otra tontería. Y la estrenabas con el borntubigüail resonando en tu cabeza, pose chulesca, marcando calcomanía en el brazo, corte de tazón al viento (porque melena, poca), solapas levantadas y actitud de nenavoyquepartolapana. Que era como había que estrenar las bicicletas. No estaba escrito pero se sabía. Pocas veces he repetido la misma sensación. Pocas he soñado con un imposible tan parecido al triunfo.

martes, 5 de mayo de 2009

El sabor del miedo

Las manos te sudan. Respiras entrecortado tratando de hacer llegar el máximo aire a tus pulmones. Tranquilo. Mantén la calma. Pulso firme. Es un momento delicado. Eres consciente. Todo tiene que estar preparado o no funcionará. La presa volverá a escaparse y te has prometido que nunca más. Ésta tiene que ser la buena. Notas cómo te invade el instinto de caza. Los sentidos se te agudizan. Tu cuerpo se alerta secándote sin compasión el paladar. La sangre cabalga al galope por tus venas. Sientes como cada latido retumba en tu sien. Preparas la trampa y la camuflas. Con esmero, delicadeza y profesionalidad. Sin correr. Las prisas son malas consejeras. Ya te perdieron en otras ocasiones. Pero esta vez es distinto. Lo revisas una y otra vez para verificar que ni por asomo es detectable. Hasta lo obsesivo. Repites la misma rutina, cada paso, hasta la saciedad. Está perfecto. Esta vez estoy seguro. Esta vez es imposible que falle. De repente, la presa. Reconoces su mirada. Reconoces sus andares. Como si la cosa no fuera con ella. Se acerca a la trampa con total seguridad, sin miedos ni dudas. Recorre un camino que ya ha andado miles de veces con anterioridad. Es un terreno conocido para ella, habitual y familiar. Pero hoy hay algo distinto. Lo percibe. Observa con atención la trampa y la huele con interés. Puede que incluso con curiosidad. Está a punto de caer. Tensión palpable. Silencio. Pero entonces algo pasa. La ves retroceder y de su boca sale lo único que no querias oir. Categórico y rotundo: "Tiene verdura, no lo quiero". No puede ser. Ha vuelto a fallar. Maldices por lo bajo al que inventó el cuento de la nutrición infantil y le recorres el árbol genealógico por enésima vez. No hay manera humana de hacerles comer decente. Imposible cortarlas más pequeñas. Imposible ocultarlas más de lo que estaban escondidas. No me lo explico. Creo que huelen el miedo. Tiene que ser eso. No es cierto que las verduras no sepan a nada. Saben a fracaso. Y es un regusto que tardas en dejar de paladear.

A todas las madres

Recientemente fue el día de la madre. Lo más obvio y fácil sería alabar y recordar las virtudes de todas aquellas madres, incluida la mía, sufridoras innatas que incondicionalmente permanecen a nuestro lado desde la gestación de nuestras vidas hasta el final. Es lo más obvio pero además es lo más justo. Y podría contar una retahíla de historias y anécdotas (que seguro que todos tenemos) en las que quedarían patentes sus dotes de superhéroe, heroína en este caso (que es lo que se deben meter para aguantar lo que aguantan), que dejarían a todos los personajes de la liga marvel en el sitio que se merecen. A la altura del betunete. En una pelea entre batman y una madre... ¿quién ganaría? La madre, sin duda. Y entre una madre y otro superhéroe menos gay, también. Nada personal Bat, majete, pero este rollo que te llevas con Robin no es normal, tio. Pasanaaaada. Y es que una madre es capaz de hacer que la Masa se lave detrás de las orejas. Y sin chistar, eh?... que no hace falta ponerse histérico. Con un par. O que Lobezno se corte las uñas y el pelo. Aféitate, que pareces un hippie. ¿Ves que guapo?... así, arreglaíco. Así te pillará alguna mujer de provecho y no las lobas esas con las que andas siempre. Porque ese instinto primitivo, brutal y esencial que las define puede mover montañas y machacar sin piedad aquello que se les ponga delante cuando la protección de sus cachorrillos entra a formar parte de la equación del juego. Y los hijos somos conscientes. Nada nos enerva más que nos mienten a la madre. A pesar de que les tenemos que aguantar estoica y repetidamente ese "¿qué no comes, que estás muy delgado?". Sí, no son perfectas pero... ¿a quién le importa?.

sábado, 2 de mayo de 2009

La educación infantil ... de manual

Se nos va la olla. Lo llevamos todo al extremo y la culpa es nuestra. Nuestra y de nadie más. Pasamos de la completa desinformación que probablemente tenían nuestros padres y nuestros abuelos al punto en el que pretendemos criar a nuestros hijos tirando de manual. Todo tiene que ser perfecto, tenemos que ser padres modelos y los niños tienen que crecer protegidos por una burbuja hasta su mayoría de edad. No vaya a ser que nos salga un psicópata y nos puedan echar la culpa. O que no sea lo suficientemente rubio. Porque sus fracasos son nuestros fracasos. Que no se vayan a hacer daño. Que no se pongan enfermos ni se arañe su pulida superficie de porcelana. Porque no podremos presumir de ser los mejores padres. Ocultémosles tanto tiempo como podamos la realidad de una vida que después, inevitablemente, les zumbará en los morros y en el cielo de la boca con crudeza y total impunidad. Porque no nos engañemos, pasará. Como nos ha pasado y nos pasa a todos. Pero a ellos no los pillarán preparados. Al menos las primeras veces. Y no digo que toda esa cordillera de libros y manuales escritos sobre el tema de la paternidad y la educación infantil no sean útiles y necesarios. No, no es eso. Es que la grandeza del ser humano precisamente consiste en que todos somos diferentes y llenos de matices. E intentar criar a alguien con un libro de instrucciones hace que no trabajemos debidamente un sentido que, no por llamarse común, se manifiesta siempre en todos nosotros cuando es necesario. Cientos de generaciones anteriores pasaron sin estos dogmas y no les salió tan mal.
Porque es necesario que el niño se manche, juegue y se revuelque por el suelo, que no pasa nada. Es más, coge defensas. Y que intente cosas, se equivoque y fracase porque aprenderá que eso forma parte de la vida desde que naces hasta que mueres. Y aprenderá que no hay que hundirse si las cosas no salen bien a la primera. Porque no podemos detener el tiempo. No podemos cubrirlos eternamente con una coraza. No podemos evitar que sufran. Ni debemos. No existen fórmulas mágicas ni pociones que protejan. Para eso existe el cariño y el apoyo. Ese que se da de manera incondicional.

Ingenio infantil

La imaginación. Eso era lo que nos movía cuando mi culo apenas se despegaba unos palmos del suelo. No teníamos psp's (al menos yo nunca tuve, ni tengo, consolas), ni ipod's (como mucho un güalman del tamaño de un ladrillo al que cada dos por tres había que cambiarle las pilas), ni móviles con juegos java que te descargabas enviando "chorradas" al 5555, ni dvd's portátiles, ni toda la tecnología que ahora anda siempre en las manos de cualquier infante inverbe y que manejan como si fuesen extensiones de su propio cuerpo imprescindibles y vitales en su existencia. No. No teníamos nada de eso y aún así disfrutábamos como una piara en un barrizal (a veces literalmente). Nos apañábamos para jugar con lo que teníamos alrededor y mucho ingenio. Esa era la base del juego.
Quién no ha jugado alguna vez, años atrás, a ping pong con una madera (en mi caso una puerta, pomo incluido, que te hacía repetir puntos cada vez que se tocaba la maneta) encima de dos cubos y con cintas de vídeo VHS, puestas en horizontal, a modo de red. Y dos paletas de madera... bueno, eso cuando había dos, que yo he llegado a jugar agarrando una tabla de cortar quesos que tenía forma de pala. ¿Cutre? Puede, pero eran los partidos más competidos y divertidos que he jugado nunca! ¿Y a frontón contra cualquier pared? Con raqueta cuando había o con la mano en su ausencia. Y esos geniales partidos de baloncesto con una bola de papel de plata que hacíamos entre todos con los envoltorios de nuestros bocatas y con la que hacíamos el gesto de botar con la mano (porque si no te pitaban pasos!!) ¿Y la canasta? En el mejor de los casos un hierro doblado, un cubo colgado o, lo más habitual, una señal de vado al lado de la puerta de un garaje a la que había que tocar con la pelota de plata para considerarlo 2 puntos. Amén de la clásica portería de fútbol con dos mochilas del cole, debidamente distanciadas con sus pasos contados, que el tener pocos recursos no era sinónimo que saltarse las "reglas". La puerta del garaje también era una opción pero sabíamos que tarde o temprano salía el dueño cansado de los pelotazos contra la chapa. Sin más.

Eran otros tiempos, quizás con menos recursos (o no) al alcance de nuestra mano y en el que no tener una peseta en el bolsillo no suponía un impedimento para hacer infinidad de cosas. Y no es que el que no tuviera (o no tenga ahora) tecnología fuese (o sea) más tonto o menos avispado. Es que todos nos acostumbramos a que nos den las cosas masticadas y nos cuesta hacer el esfuerzo de acordarnos que no siempre fue así.

viernes, 1 de mayo de 2009

Generaciones

Escenario: Tienes que hacer un viaje.
> Año 1977: Viajas en un avión de Iberia, te dan de comer y te invitan a lo que quieras de beber, todo servido por azafatas espectaculares en un asiento en el que caben dos como tú.
> Año 2007: Entras en el avión abrochándote el cinturón de los pantalones que te han hecho quitar para pasar el control, te sientan una butaca en la que si respiras profundo le metes el codo en el ojo al de al lado y si tienes sed el azafato te ofrece una carta con las bebidas y sus precios subidos un 50% por que si. Y no protestas por si acaso cuando aterrizas te meten el dedo por el culo para ver si llevas drogas.
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Escenario: Manolo tiene pensado ir al bosque después de clase, según entra al colegio le enseña una navaja a Pancho con la que pretende hacer un tirachinas.
> Año 1977: El subdirector lo ve y le pregunta donde las venden, y le enseña la suya, que es antigua, pero mas buena.
> Año 2007: La escuela se cierra, llaman a la guardia civil y llevan a Manolo al reformatorio. Antena 3 y Tele cinco presentan los informativos de las 15:00 desde la puerta del colegio.
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Escenario: Disciplina escolar:
> Año 1977: Hacías una putada en clase. El profesor te metía dos buenas hostias bien merecidas. Al llegara a casa tu padre te arreaba otras dos.
> Año 2007: Haces una putada. El profesor te pide disculpas. Tu padre te pide disculpas y te compra una moto.
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Escenario: Fran y Marcos se reparten unos puñetazos después de clase.
> Año 1977: Los compañeros los animan, Marcos gana. Se dan las manos y terminan siendo colegas en los billares.
> Año 2007: La escuela se cierra, Tele cinco proclama el mes antiviolencia escolar, el periódico 20 minutos titula a cinco columnas el asunto y Antena 3 aposta de nuevo a Matías Prats en pleno temporal frente a la puerta del colegio para presentar el telediario.
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Escenario: Luis rompe el cristal de un coche en el barrio; su padre saca el cinturón y le pega unos buenos latigazos con él.
> Año 1977: Luis tiene más cuidado la próxima vez, crece normalmente, va a la universidad y se convierte en un hombre negocios con éxito.
> Año 2007: Arrestan al padre de Luis por maltrato a menores. Sin la figura paterna, Luis se une a una banda. Los psicólogos convencen a su hermana de que el padre abusaba de ella y lo meten en la cárcel. La madre de Luis se enrolla con el psicólogo. Mercedes Mila abre la final de Gran Hermano con un discurso relativo a la noticia.
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Escenario: Juan se cae mientras echaba una carrera y se araña en la rodilla. Su profesora, María, se lo encuentra llorando al borde del camino. María lo abraza para confortarlo.
> Año 1977: Al poco rato, Juan se siente mejor y sigue jugando.
> Año 2007: María es acusada de perversión de menores y se va al paro. Se enfrenta a tres años de cárcel. Juan se pasa cinco años de terapia en terapia. Sus padres demandan al colegio por negligencia y a la profesora por trauma emocional, ganando ambos juicios. María, en paro y endeudada, se suicida tirándose de un edificio. Cuando aterriza, lo hace encima de un coche y también rompe una maceta. El dueño del coche y el dueño de la planta demandan a los herederos de María por destrucción de la propiedad. Ganan. Tele cinco y Antena 3 producen juntos la película y definitivamente el plató de los informativos ya queda emplazado en medio de la calle..
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Escenario: Relación habitual entre padre e hijo:
> Año 1977: Le pido dinero a mi padre para salir.
> Año 2007: Mi padre me pide dinero para apaciguar al banco.
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Escenario: llega el 28 de octubre.
> Año 1977: Llega el día del cambio de horario de verano al horario de invierno. No pasa nada.
> Año 2007 : Llega el día del cambio de horario de verano al horario de invierno. La gente sufre trastornos del sueño, depresión y amenorrea.
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Escenario: El fin de las vacaciones.
> Año 1977: Después de chuparse una caravana del copón con toda la familia metida en un seiscientos tras 15 días de vacaciones en la costa, se terminan las vacaciones. Al día siguiente se trabaja y no pasa nada.
> Año 2007: Después de volver de Cancún, en un viaje todo pagado. Se terminan las vacaciones y la gente sufre trastornos del sueño, depresión y seborrea.

El día que dejé de ser niño

Fue el día que vi la varilla en el brazo a la rana Gustavo. Lo recuerdo perfectamente. Y el mito cayó. Por qué no me dijiste que eras un pedazo de trapo sodomizado, amigo mio. Que los reyes son los padres. Vale. Y Papá Noel un borracho que contrata el Corte Inglés. No pasa nada. Puedo soportarlo. Pero tú no Coco, tú no. Creía en tí. Y en la Jaca Paca. Hasta ese momento no había visto como al monstruo de las galletas se le caían las migajas por la comisura de la boca. Y tú junto con tus colegas me abristeis los ojos a un mundo de engaños. Como cuando la liabas y tu madre te llamaba a la voz de "ven, que no te pego". O como cuando te llevaban al médico y te decían "tranquilo, que no te dolerá". Y luego te daban el palo con el que te habían examinado como si te estuvieran regalando una bicicleta. ¿Qué se dice? ... dónde está el resto del helado, majete? Pero no. Había que morderse la lengua y asumir tu papel. Gracias. Para que juegues con él, replicaba el doctor. ¿A qué? Como no sea a hacerte un tacto rectal. Es un palo, tio. Que juegue, dice... pues regálame una consola. Y así, con los años, fueron cayendo otros muchos iconos de nuestra infancia; desde el pressing catch hasta Milli Vanilli (vaya tela ambos y no es ná lo que hay ahí en medio). Desde Michael Jackson (máiquel, tio, que se te va la olla) a Michael Knight (máiquel, tio, que se te va la olla).
Y descubrimos, conforme nos hacemos mayores, todas aquellas pequeñas mentiras (piadosas pero crueles) que de pequeño éramos incapaces de detectar. Y curiosamente son las mismas que usamos hoy con nuestros hijos, sobrinos y niños en general. Y funcionan. Pero nada es eterno y acabas descubriendo la realidad de todos esos engaños. Bueno, de todos menos de uno. Porque aún recuerdo cuando de pequeño le preguntaba a mi padre "por qué las chicas son tan raras?" y él respondía "cuando seas mayor ya lo entenderás".

miércoles, 29 de abril de 2009

Cosas de hermanos

Hace poco me hizo gracia una situación que es típica de todos los hermanos y que los que hemos estado en algún momento rodeados de niños hemos vivido en primera o tercera persona. Estábamos con mis sobrinos en casa de sus abuelos, léase mis padres, típico domingo de barbacoa (o paella si nos da por querer hacer un alarde de originalidad, con total ausencia de ella, debo decir). Y a mis sobrinos (niño y niña de 6 y 4) les da el punto que quieren jugar a la pelota. Hasta aquí bien. Niños - pelota. Correcto. Entran en el cuarto donde guardan los juguetes y van ambos a buscar un balón que tienen que escoger entre los ¿8? que hay en la casa. ¿Y por qué hay 8 balones? Porque un día el niño le pide a su abuelo una pelota y dos semanas después él le ha comprado más de media docena. Uno de fútbol, uno de baloncesto, uno de plástico, otro amarillo, otro del Nemo (que a la niña le gusta), uno de fútbol americano (ein?y esto?... yo que sé!... que lo he visto, me ha hecho gracia y he pensado... pal Gerard, que ya le sacará partido - se justifica el abuelo). Sí. Yo pienso lo mismo que ahora estás pensando tú... papá, se te va la pinza. Pero no importa. 8 balones. Volvamos al meollo. El niño va flechado hacia uno de ellos. El de fútbol, en concreto. Y en cuanto sus dedos tocan un infinitésimo de la superficie de esa pelota su hermana tarda apenas nanosegundos en afirmar instintiva, rotunda y categóricamente: "Yo quiero ese balon". Y lo dice con el del nemoquealaniñalegusta y el amarillo "suspendidos" (porque dada la longitud de sus brazos se puede decir que es más un desafío a la gravedad que otra cosa) debajo de cada uno de sus sobacos. ¿Reacción de su hermano?. Mirada de "que te peines con la raya en medio" y de "yo lo he pillado primero, ni de coña, vamos". Pero callado. Callado porque espera la temida frase de sus padres. "Déjale esa pelota a tu hermana... ¿qué no ves que ella es más pequeña?". Que no es la primera vez que se la come. Y la espera con una estoicidad que ríete tu de los espartanos y de sus Termópilas. Unas nenazas. Pero esta vez no... esta vez es ella quien se va a aguantar con otro balón. Y tras una pataleta que le dura lo que tardas en preguntar... "Noa, ¿quieres un zumo?" ... él se retira con una sonrisa triunfante, el balón en las manos, a saborear una pequeña victoria donde, esta vez, no han habido ni víctimas... ni rehenes. Y ya vendrán otras batallas. Hasta que aprendan a compartir y se acabe esa guerra.

lunes, 27 de abril de 2009

Es que me tiene manía...

Recuerdo que era nuestra frase más socorrida y sobada cuando a nosotros, siendo niños, nos tocaba entregar las notas. Y nunca funcionaba, por cierto. Aunque la usabamos igual. No importa. Pero nuestros padres sabían muy bien de qué iba esa peli. Y recuerdo con cariño, desde la distancia que te da el paso de los años, aquellos profesores a los que nos enseñaron que había que respetar y que sólo intentaban hacer su trabajo, cargados de una paciencia que, confieso, creo que nunca llegaría a tener. Y ahora veo la actitud que tienen las generaciones actuales hacia ellos y alucino. Alucino cómo han podido cambiar tanto las cosas y lo difícil que debe resultarles hacer ahora ese trabajo cuando han perdido gran parte de su autoridad. Y lo que más me sorprende es que apenas pueden contar con el apoyo de los padres. Todo lo contrario. Yo aún recuerdo a mis padres delante de ese profesor diciéndole "si le tiene usted que dar una galleta se la da". Obviamente no hablaban de mis hábitos de alimentación. Eso todos lo teníamos claro. Vale... lo se... no era necesario y nunca dí motivos para que me dieran ración extra en el colegio. Era otra época y otra mentalidad. Pero también era una manera de decirte: cuidadín. Lo que hacían, de alguna manera, era marcar el territorio. Lo que diga este señor va a misa. Y funcionaba.
Por supuesto jamás he estado a favor de la violencia ni creo que nunca haya sido bueno abusar de los cachetes. Pero ahora veo incrédulo a crios respondiendo con chulería e incluso amenazando a sus mayores. Y ojíto con tocarme o ponerme un dedo encima que te meto un puraco. Y ese padre que viene detrás ... tú, pavo, no toques a mi hijo.... que mi niño es de porcelana... y además ... me dice que le tienes manía.

Frases geniales de niños

Es indudable que a todos los padres se les cae la baba con sus hijos. Es así. Pensar que somos imparciales es algo absurdo. Y si no, podemos recurrir a ejemplos claros cuando, estando en un restaurante, soportamos los gritos, carreras y juegos de esos niños ajenos mientras sus padres, impasibles, saborean su comida sin importarles un pimiento que el mundo se derrumbe a su alrededor. Y nos molestan. Nos molestan profundamente. Los míos no son así, pensamos. Ya ya. Para nada son así. Los míos no se alteran. Ni gritan. Ni molestan. Coméntale cómo lo ve al señor que está sentado en la mesa de al lado. A ver qué te dice. ¿Todo bien?... rico, el entrecot eh?
Y sin embargo también son nuestros hijos los que, sorprendiéndonos, generan las situaciones más divertidas. Son geniales esas frases de niños que a todos los adultos siempre nos pillan a contrapié y sin saber de dónde pueden haber salido esas ocurriencias (o simplemente qué responder). Sencillamente geniales. Lástima que con el paso del tiempo la mayoría acabemos perdiendo esa espontaneidad y, sobre todo, esa inocencia a la hora de vomitar con patente de corso aquello que se nos pasa por la cabeza. Y es que el sabio refranero español ya nos avisaba. Ojito con los niños y con los borrachos. Que no le ponen vaselina a lo que que dicen. Ni filtran. Claro que los primeros suelen tener bastante menos mala baba.
Y por eso no conozco a nadie que ante ocurrencias como la de muchos niños no se le esboce una sonrisa, cuando no una abierta carcajada. Sigamos todos de cerca a esos locos bajitos, como los llamaba el gran Serrat. Porque son una fuente contínua de sorpresas.

sábado, 25 de abril de 2009

Con un poco de humor...

Los hijos dan muchas satisfacciones. A mi, el mío me ha dado innumerables, no lo negaré, sobre todo cuando era pequeño. Se me caía la baba con cada cosa que hacía. Es verdad que he sido un poco blando, ¡hasta me alegre por su primer suspenso! Dije: "mira, como su padre!". Pero esa emoción que sientes con el primer diente se te pasa cuando ya le has empastado cinco muelas. Por cierto, que bien puesta esta esa palabra: "empastar". Con los pasos sucede lo mismo que con los dientes. Cuando empieza a andar, sus primeros pinitos, te emocionan. Pero pasa el tiempo, el niño crece y lo pasos se convierten en pasos de Telefónica. Llega la factura con doce mil pasos, y te dices:"joder, este niño se ha tenido que hacer el Camino de Santiago, ida y vuelta!!". A partir de cierta edad, los hijos, cuando están en casa se agarran al teléfono como luchadores de sumo. Y que no lo sueltan, eh! - Cuelga ya, que llevas media hora. - Pero si me han llamado a mí... ¿no es cierto? ¿a qué los hijos no llaman nunca? Siempre les llaman a ellos, ¿pero qué se creen, que somos, sordos o gilipollas?
Otra pequeña pasión de los hijos: la cama y el sueño. Cuando era pequeñito podía estar horas contemplándole dormido en su cunita, me acercaba a colocarle la almohadita...ahora, cuando le veo roncando despatarrao también le colocaría la almohada, pero en la cara, para asfixiarlo, que se tira horas ahí, inmóvil como una crisálida… Porque los hijos, cuando están en casa, o están al teléfono o están en la cama… Y menos mal, porque si no, comen. De todos es sabido que, si un hijo no está al teléfono o en la cama, está en la nevera. En cuanto se levanta, su primer pensamiento es "nevera, nevera". Y se ponen a comer con la puerta abierta, para no perder tiempo... Es su momento de máxima actividad. Cada día se proponen un reto: acabar con todas las existencias de la casa. Que no se diga que no tienen aspiraciones!!! Ahora entiendo eso de que los hijos vienen con un pan bajo el brazo: claro, ellos traen el pan, para que seas tú el que les ponga el jabuguito... Menos mal que de vez en cuando sale a dar una vuelta... en mi coche, claro "como tú no lo usas"… que me lo devuelve con el deposito como el dodotis: ni gota, ni gota. Pero no se equivoquen, yo le quiero mucho, soy su padre.
Los hijos son lo más grande que hay, sobre todo el mío, que pesa noventa kilos y tiene treinta tacos. Yo, sinceramente creo que ya ha llegado el momento de que se largue. ¿alguno de ustedes tiene el mismo problema, tienen un hijo en casa que les roba viagras? Yo ya estoy harto, he intentado casi todo para conseguirlo, así que presten atención, que les voy a dar una serie de consejos... Lo primero que hice fue la guerra psicológica. Cada vez que entraba en casa, le preguntaba por su vida sexual. En cada comida, en cada cena, sacaba el tema: - Cariño, ¿qué tal con María? ¿yaaaaaa...? Esto les fastidia, y hay que insistir. Yo seguía: - no tengas vergüenza, que el papá y la mamá también hacemos nuestras cositas. Esto les jode. Si falla esta estrategia, hay que dejarse de sutilezas. Hagan como yo, humíllenle delante de las visitas, especialmente si son femeninas. - Tan grande, y luego no es nadie, vomita en todos los viajes. Sin avisar, eh, al que pilla por delante le deja el pelo como la duquesa de Alba. Por no hablar, claro del pipí que aun hoy se hace por las noches, cuando ve una película de terror, je, je. Al mío, esto le afectó. Cuando se fueron sus amigas, se acercó a mi hecho una furia y me dijo: - Te lo advierto, papá, no lo vuelvas a hacer. Un día de estos os levantaréis y encontraréis mi cama vacía. A mi se me saltaban las lágrimas. Seguí atacando por donde mas dolía: me hice moderno. Para que los hijos se sientan a gusto, tienes que ser un padre carca y protestón. Así es que yo me dejé coleta. Tendrían que haberme visto: era una mezcla entre la Pantoja, Karembeu y Aberasturi... Y empecé a salir.
Nada puede irritar mas a un hijo que encontrar a sus padres en un pub vestido como el solista de los Mojinos Escozios. Se lo imaginan, ¿no? Con los pantalones anchos, cortados a media pierna y enseñando un poco la raja del ... Háganme caso, síganlo a la discoteca y bailen a su lado.
Cuando ya estén bien sudados, intenten ligar con todas sus amigas. Pónganse macarras, babosos... - Ese es mi hijo, un semental... Claro que ni la mitad que su padre. Que sus amigos no quieran salir con él por si apareces. Yo, con eso, al mío lo tengo pensando en hacer la maleta. Me falta darle la puntilla.
¿Saben cómo lo pienso hacer? Me pondré una túnica como la de Rappel, y me voy a hacer vidente. Sigan mi ejemplo, cojan el ojo de una muñeca, plánteselo en la frente cada vez que se lo crucen por el pasillo, y digan como quien no quiere la cosa: - te veo el aura negra, tú vas a hacer un viaje al extranjero, tú tienes el karma muy lejos de aquí... y rápidamente su Terminator particular cogerá sus maletas, se hará la cirugía y nunca más le volverá a molestar.
Ya verán, ya, como tengo razón!!

Para reflexionar

Cuentan que una noche, cuando en la casa todos dormían, el pequeño Ernesto de 5 años se levantó de su cama y fue al cuarto de sus padres. Se paro junto a la cama al lado de su papa y tirando de las sabanas lo despertó.
- Cuanto ganas papa?? - le pregunto-
- Ehhhh ¿¿¿ cómo??? - pregunto el padre en sueños…
- Que cuánto dinero ganas en el trabajo??
- Hiiijo son las 12 de la noche, anda véte a dormir!
- Sí papá, me voy a dormir, pero cuánto ganas en tu trabajo??
El padre se incorporo en la cama y grito:
- Te vas a la cama inmediatamente! Esos no son temas para que tú preguntes, y menos a media noche! Ernesto bajó la cabeza y se fue a su cuarto…
Al día siguiente el padre pensó que había sido demasiado duro, y decidió contestarle al hijo.
- Respecto a la pregunta de anoche...Ernesto yo tengo un sueldo de 2.800 euros, pero con los descuentos me quedan 2.200.
- Uhhhh cuanto ganas papi!!!!
- No tanto hijo, hay muchos gastos…
- Ah y trabajas muchas horas verdad??
- Si hijo muchas horas…
- Y cuanto dinero ganas cada hora?
- Pues no se, unos 20 euros y 60 centimos, mas o menos…
- Ahhh, asintió… entonces ya tienes mucho dinero no?
- Basta de preguntas, eres muy peqeño para hablar de estas cosas.
Un silencio invadió la sala, y se fueron todos a dormir. Esa noche una nueve visita de Ernesto interrumpió el sueño de sus padres. Esta vez traia un papel en la mano con números garabateados
- Papi, tu me puedes dejar 5 euros???
- Ernesto!!! son las 2 de la mañana! - se quejó el padre-
- Sí … pero… ¿ me puedes…
El padre no le permitió terminar la frase.
- Así que este era el tema por el cual no dejabas de preguntar por el dinero mocoso impertinente? Véte inmediatamente antes de que te coja con la zapatilla… fuera de aquí … A la cama vamos!!
Una vez más, esa vuelta a la cama, puchereando. Ernesto arrastró los pies hasta la puerta. Media hora después, quizas por la mala conciencia, quizas por la mediación de la madre, o simplemente porque la culpa no le dejaba dormir, el padre fue al cuarto de su hijo, desde la puerta le escuchaba lloriquear casi en silencio.. Se sentó en su cama y le habló:
- Perdoname si te grité, Ernesto, pero son las 2 de la mañana, toda la gente está durmiendo, no puedes esperar a mañana?
- Sí papa, contesto el niño entre mocos. El padre que traia en la mano su billetera, la abrió y extrajo un billete de 5 euros. Lo dejó en la mesita de noche y dijo:
- Está bien hijo aqui tienes el dinero que me pediste. El chico saltó de la cama, hasta su armario, de allí sacó una lata con monedas y algún billete. Añadió los 5 euros que su padre le acababa de dar y contó con los dedos cuánto dinero tenía. Después cogió todo el dinero entre sus manitas y lo puso encima de la cama.
- Ahora sí!!! - dijo Ernesto - llego justo a 20 euros con 60 centimos
- Muy bien hijo, qué vas a hacer con ese dinero?
- Quiero comprarte una hora de tu tiempo solo para mi ¿ me la venderas papa?

martes, 21 de abril de 2009

El tiempo con tus hijos

El ritmo que la sociedad en la que vivimos obliga a llevar a muchos padres hace que durante la mayor parte de la semana no dispongamos apenas de tiempo real para compartir con nuestros hijos. Por desgracia la pequeña franja de horas en la que se coincide tampoco deja margen a romper una rutina tanto para padres como para hijos. Y es así de lunes a viernes hasta que llegamos al (temido por muchos padres) fin de semana. Y aquí llega lo divertido. Porque encerrar durante 48 horas a un niño en casa, a ciertas edades y dependiendo del niño o niña, puede ser un calvario para todos. Y no siempre la climatología es tan generosa como para permitir el tan socorrido paseo o la salida al parque para que el niño patee durante un rato el balón, se columpie o se lance de cabeza por el tobogán (a veces literalmente). O no siempre la economía o la cartelera permiten que puedas llevar a tu hijo al cine cada fin de semana.

¿Y cómo aprovechamos ese tiempo libre en familia?

Existen muchas actividades que los niños pueden hacer con los padres y donde lo más importante es que interactuen ambos. Lo sencillo es poner al niño delante de la tele o de la consola y cierto es que durante un rato no estará "molestando". Puede que eso funcione a corto y quizá no sea una mala solución pero ¿realmente estás aportando algo en la vida de tu hijo si haces eso?. Sin embargo hay otras cosas que sí que implican interacción; ayudarle a pintar, hacer manualidades, jugar juntos con lo que sea hacen que no sólo llenemos esos espacios comunes a ambos sinó que además lo hagamos con calidad. Y va a ser algo que padres e hijos agradecerán.

Abuelos y nietos

Los abuelos, de manera común, suelen ser una figura con tendencia a ser infravalorada en el núcleo familiar. Hay quien puede incluso llegar a verlos como una carga. Sin embargo, el papel de los abuelos en la familia y más concretamente para sus nietos es muy relevante no solo en la educación sino también en el desarrollo de los niños. La relación que se establece entre un abuelo y un nieto no es tanto de autoridad, rol que ya asumen los padres, sino de complicidad y eso es algo que los niños agradecen y necesitan. Pensemos que, de manera natural, los abuelos intentan darles a sus nietos aquello que le negaron a sus hijos. Y todo esto les ocurre en una etapa de sus vidas en la que ya no tienen la presión que tuvieron cuando ellos eran los padres. A casi ningún nivel. Una etapa en la que disponen de tiempo para dedicar y, sobre todo, para disfrutar de los niños. Y ahí está la clave. Porque además ese disfrute es en las dos direcciones.

No deja de ser cierto que a veces tenemos que enseñar a los abuelos y marcarles límites para que no pisen o echen por tierra las normas que marcan los padres. Y que a veces hay que estar casi más encima de ellos que de nuestros hijos. Pero creo que, al final, a todos nos compensa pagar ese peaje.

lunes, 20 de abril de 2009

Los beneficios de tener mascota

¿Quién no ha querido de pequeño tener un perro? ¿o un gato? ... yo lo cuido mamá... y lo saco a pasear... y le doy de comer. Lo que tú quieras que haga (te diga). Pero cómprame un perrito. Y tu madre te miraba consciente que acabaría cuidando ella de un animal que en el fondo creo que también quiso tener de pequeña. Pero las mascotas no son juguetes. No podemos aparcarlos cuando nos cansamos. Y aunque muchas veces la tentación de comprarlo es impulsiva tenemos que pensar en las consecuencias de lo que hacemos. Porque son seres vivos y debemos tratarlos como tal. De lo contrario acaban siendo víctimas de abandonos por parte de desaprensivos a los que le suponen una molestia cuando se van de vacaciones.

Por otro lado no hay duda de los beneficios que aportan a las personas los
animales de compañía. Mejoran la autoestima, dan cariño y son amigos fieles. Para niños y para adultos. Muchas veces es un miembro más de la familia y alguien a quién echamos de menos cuando ya no está. E incluso se usan habitualmente en terapias para gente con ciertas enfermedades. Porque los animales dan y nunca juzgan. Y lo hacen de manera incondicional. Por eso es importante que eduquemos a nuestros hijos a entender esa diferencia. Para que la familia siga creciendo aunque sus nuevos miembros no siempre caminen erguidos.

Los niños en Internet

Una de las mayores preocupaciones actuales de muchos padres, que además se ha visto acelerada debido a la rapidez con la que nos llegan las nuevas tecnologías, viene dada por la tupla formada entre Internet y niños. ¿Es seguro para nuestros hijos navegar por Internet?. Esa es la gran pregunta a la que la mayoría de los padres se enfrentan cuando sus hijos llegan a ciertas edades. Y más aún cuando la información que nos llega a todos, principalmente a través de noticias y telediarios, es siempre (o casi siempre) negativa en ese sentido. Oimos hablar de pedófilos que campan a sus anchas por al red, de redes de prostitución infantil y de todo tipo de actividades ilegales que cohabitan con los internautas en un medio donde es muy difícil establecer límites y controles. Y debido a esos miedos, justificados o no, tendemos a prohibirle el acceso a nuestros hijos, a retrasar lo que es inevitable que pase; que entren y que aprovechen todas las ventajas, que también las hay y son muchas, que ofrece Internet.

Y como otras muchas cosas en la vida no podemos evitar eternamente que se encuentren con malas situaciones pero sí que podemos ayudarlos y educarlos en el uso de Internet para que sepan cómo reaccionar si se ven atrapados. Podemos darle sencillos consejos: no des información personal, no compartas tus contraseñas, no des acceso a personas que no conozcas, etc. Podemos limitar las horas de navegación, podemos hacer que sólo puedan acceder a sitios permitidos. O lo que sería ideal: podemos sentarnos con ellos y guiarlos a través de un mundo de conocimiento donde sí, también hay muchas cosas positivas, educativas e interesantes.

domingo, 19 de abril de 2009

La comunicación con nuestros hijos

Uno de los mayores problemas que se encuentran los padres tarde o temprano es el de cómo comunicarse con los niños. Cómo debemos reaccionar cuando nuestros hijos nos responden maleducadamente, cuando no nos hacen caso, cuando nos desafían o, peor aún, nos ignoran. ¿Qué padre o qué madre no se ha encontrado un millón de veces en esta disyuntiva?. Y lo peor es cuando esta situación te pilla a contrapié. Porque la relación con tus hijos es un pulso constante en el que debes marcar siempre tu rol. Cambiarlo puede ser lo que acabe desacreditando tu autoridad.
Un error común es que a veces en este tipo de situaciones asumimos un rol de tutor o educador, en otras ocasiones lo que pretendemos es asumir el papel de amigo, en otras el de padre o el de experto... lo cambiamos, muchas veces en función de nuestro estado de ánimo y el niño lo percibe. Se da cuenta e intenta estirar la situación al máximo para ver si puede salirse con la suya. Y puede usar las rabietas, pataletas, etc para poner a prueba la paciencia y conseguir su objetivo. Si le dejas. Tan importante como qué le dices es el cómo se lo dices... aprender a hablar con niños es algo básico que te ayudará a mejorar las relaciones familiares, que evitará gran parte del estrés y el agotamiento que se deriva de estos conflictos.

sábado, 18 de abril de 2009

¿Es nuestro hijo un bicho raro?

Hoy en día la especialización y el exceso de información acaba quitándole crédito a la tarea de los padres y asustándoles a la hora de reaccionar. Cuando antes te caías y te hacías daño o te ponías enfermo tu madre era esa figura todopoderosa y omnipresente que te curaba, que tenía remedios para todo y que siempre sabía qué se tenía que hacer. Cuando hacías los deberes por la noche tu padre sabía resolver lo que a ti te parecían complejas fórmulas matemáticas y conocimientos al alcance de pocos. Tus padres eran tu mayor referencia y todo lo podían. Hoy no. Hoy el niño se hace daño y la sociedad rauda y veloz se apresura a decirte "no lo toques... llévalo al médico... tú no estás preparado, llévalo al psicólogo, llévalo al pediatra, llévaselo a cualquiera que sepa más de lo que sabes tú". Y al mismo tiempo nos dice "Cuida de tu hijo, edúcalo, no lo dejes solo". Mensajes contradictorios que confunden a cualquiera. Antes tu niño era movido y lo mandabas a la calle a patear durante horas una pelota (y volvía contento y agotado). Ahora te lo llevas al médico para ver si sufre hiperactividad, ansiedad o algún otro tipo de "tara" que la sociedad te dice que no debe tener o que tendría que tratar.

Pero lo cierto es que muchas de estas cosas que hoy en día tendemos a exagerar (lo cual no quiere ni mucho menos decir que no puedan ser reales) resulta que forman parte de las características normales que definen las etapas por las que pasan (y hemos pasado) todos los niños. Estas etapas las podemos dividir en: Entender qué es lo que les pasa a los niños en cada una de estas etapas nos ayuda a quitar hierro a muchas de nuestras preocupaciones... "ah, bueno... es que eso es normal para su edad...". "Mi hijo no es un bicho raro"

Nueva comunidad de padres



Con la velocidad a la que la nueva tecnología llega a nuestros hogares los saltos generacionales que siempre han existido entre padres e hijos se están acelerando a pasos agigantados. Hoy nos encontramos que muchos padres se están quedando fuera de un lenguaje tecnológico cuyo uso es cada vez es más habitual a una edad más temprana. Nuestros hijos están más acostumbrados y se manejan mejor incluso que nosotros mismos en entornos como el de Internet. Esto provoca que la comunicación entre ambas generaciones sea tan alejada o tan cercana como nosotros mismos nos propongamos. Los chats, redes sociales, el correo electrónico, etc, son herramientas de uso diario que pueden distanciarnos o, por el contrario, acercar a nuestros hijos a nosotros.

La
comunidad de padres Baobab Parents pretende acercar y normalizar las relaciones entre padres e hijos a través de una serie de debates en los que los padres pueden lanzar sus consultas a expertos pedagogos o a otros padres sobre temas que abarcan desde las relaciones en la familia, el ocio infantil, los problemas de tus hijos en el colegio, su conducta o sus miedos. Estas consultas entre padres se complementan y se profundizan a través de una serie de artículos relacionados que ayudan a resolver las dudas y dan información específica para temas concretos.

Además, toda esta información se completa con una serie de consejos asociados que pueden ser de gran utilidad y que orientan a los padres sobre cómo actuar y hacer frente a problemas comunes y del día a día, aportando soluciones y pautas aplicables con facilidad por todos los padres.