miércoles, 29 de abril de 2009

Cosas de hermanos

Hace poco me hizo gracia una situación que es típica de todos los hermanos y que los que hemos estado en algún momento rodeados de niños hemos vivido en primera o tercera persona. Estábamos con mis sobrinos en casa de sus abuelos, léase mis padres, típico domingo de barbacoa (o paella si nos da por querer hacer un alarde de originalidad, con total ausencia de ella, debo decir). Y a mis sobrinos (niño y niña de 6 y 4) les da el punto que quieren jugar a la pelota. Hasta aquí bien. Niños - pelota. Correcto. Entran en el cuarto donde guardan los juguetes y van ambos a buscar un balón que tienen que escoger entre los ¿8? que hay en la casa. ¿Y por qué hay 8 balones? Porque un día el niño le pide a su abuelo una pelota y dos semanas después él le ha comprado más de media docena. Uno de fútbol, uno de baloncesto, uno de plástico, otro amarillo, otro del Nemo (que a la niña le gusta), uno de fútbol americano (ein?y esto?... yo que sé!... que lo he visto, me ha hecho gracia y he pensado... pal Gerard, que ya le sacará partido - se justifica el abuelo). Sí. Yo pienso lo mismo que ahora estás pensando tú... papá, se te va la pinza. Pero no importa. 8 balones. Volvamos al meollo. El niño va flechado hacia uno de ellos. El de fútbol, en concreto. Y en cuanto sus dedos tocan un infinitésimo de la superficie de esa pelota su hermana tarda apenas nanosegundos en afirmar instintiva, rotunda y categóricamente: "Yo quiero ese balon". Y lo dice con el del nemoquealaniñalegusta y el amarillo "suspendidos" (porque dada la longitud de sus brazos se puede decir que es más un desafío a la gravedad que otra cosa) debajo de cada uno de sus sobacos. ¿Reacción de su hermano?. Mirada de "que te peines con la raya en medio" y de "yo lo he pillado primero, ni de coña, vamos". Pero callado. Callado porque espera la temida frase de sus padres. "Déjale esa pelota a tu hermana... ¿qué no ves que ella es más pequeña?". Que no es la primera vez que se la come. Y la espera con una estoicidad que ríete tu de los espartanos y de sus Termópilas. Unas nenazas. Pero esta vez no... esta vez es ella quien se va a aguantar con otro balón. Y tras una pataleta que le dura lo que tardas en preguntar... "Noa, ¿quieres un zumo?" ... él se retira con una sonrisa triunfante, el balón en las manos, a saborear una pequeña victoria donde, esta vez, no han habido ni víctimas... ni rehenes. Y ya vendrán otras batallas. Hasta que aprendan a compartir y se acabe esa guerra.

2 comentarios:

  1. Es curioso como los niños tienen el arte de estar siempre en desacuerdo... y lo costoso que llega a ser que aprendan a compartir, con batallas por en medio, gritos, peleas y padres que se ven envueltos sin saber cual es la resolución más correcta, tomando decisiones que los niños siempre ven como injustas, porqué nunca "han sido ellos..." la culpa siempre es del otro...

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  2. y pelearte porque tu madre (Santa paciencia..Dios)le ha puesto tres gotas mas de Coca-Cola a él que a ti...ser capaz de contar las rodajas de salchichon del bocata (y ojito con que YO tenga menos),el paso del tiempo tiene la virtud de hacerte olvidar estos pequeños detalles infantiles!

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