martes, 26 de mayo de 2009

Pulsos

El cuchillo sube y baja a la velocidad del rayo. Con cortes rápidos y no tan precisos como uno desearía. Más rápido de lo que uno se sabe capaz de controlar. ¿Por qué tanta prisa? ¿Y este silencio? ¿Por qué he desconectado? ON. Chas, chas, chas chas ... de nuevo perceptible al oido el peculiar crujir de la patata en contacto con el filo, el chisporroteo del aceite ya caliente en la sartén, la respiración entrecortada. Y lo más importante. El leif motif del asunto. El quieropatatas, quieropatatas, quieropatatas, en pleno subidón de un moco que apenas levanta un metro del suelo y que exige satisfacción inmediata de una necesidad primaria. Que en este caso no es comer sinó cubrir un antojo. Quieropatatas, quieropata.. OFF. Vale, ya se porqué había desconectado. Vuelta al silencio mental. Ya recuerdo porqué me juego extensiones de mi persona en una lucha a contrapelo con una lámina de acero que parece sonreir cada vez que baja. Esta no te he pillado pero ya verás la siguiente, chaval. La noche es joven y promete. Que no es que no pueda prescindir de un dedo o incluso una mano. No es eso. Es que me van bien para hacer de tope del reloj. Si no se me cae. Bueno .. a lo mio. Patatas a la sartén. Venga dale caña. ON ...eropatatas, quieropatatas, quie - ya estaaaan, les falta un poooooco - ropatatas, quie... OFF. Madre mía. ¿Por qué tarda tanto esto? Esta paciencia solo son capaces de tenerla los padres. Herodes vuelve. Que visionario incomprendido se perdió el mundo de la canción. Ya están .. rápido al plato! ON. Venga a la mesa! ... plato puesto, tenedor en mano y sentencia. No, no quiero patatas. Quiero pescado. mmmcagnnntupelleeeejo. Cómo puede ser. Me vacila un retaco, a mi que soy un tio inteligente, que no se desdibuja con la presión. Cómete las patatas, no hay pescado. Pucherazo de morros y llanto de Oscar al mejor guión adaptado, actor y película. Pelín sobreactuado, eso si. Y el Oscar es para... el señor Mayer, que con sus salchichas salvan en el último momento la situación. Y tu allí, masticando las patatas que más te van a costar pasar en tu vida con la ironía de saber que tu también querías pescado. Y encima la salchicha ni me la dejó probar.

sábado, 23 de mayo de 2009

33

Treinta y tres. De hacer y soñar. De reir y llorar. De alegrías y decepciones. De descubrir y ocultar. De acertar y fallar. De compañía y soledad. De desencanto e ilusión. De sembrar y recoger. De dar y recibir. De ganar y perder. De pelear.
Treinta y tres. Tiempo que parece detenerse unas veces y que otras se escapa vertiginosamente por las grietas de tus dedos cuando tu puño intenta capturar y retener un instante, una milésima de una vida, que tu retina graba a fuego y cenizas en tu memoria y que pasa a formar parte de tu esencia. Instantes que reconoces irrepetibles. Porque cuando faltan sustancias sobran los detalles. Porque no hay que dar crédito ni cancha a las cosas hechas para la galería. Porque cuando pintan bastos y toca mojar filos tienes que defender tu pellejo con agallas y oficio. Y venderlo caro. Así se han dado siempre las cuchilladas. En corto y a lo que salga. Asumiendo que a veces toca tragar y otras estocar. Mientras que hay que derrochar humor y risas a mano abierta y sin pudor cuando todo tiene el color del culo de espinete y todo casa en su sitio con precisión suiza. O lo más difícil. Aplicar el mismo cuento cuando los huracanes oscurecen y fruncen tu ceño. Cuando tus tripas exigen acariciar con guantelete mejillas y bocas que aceleran tu pulso.
Treinta y tres. Sin ninguna pretensión de perfección. Donde el reto se limita a volar sin despegar los pies del suelo. A pintar sonrisas en ojos con lágrimas. A agarrar manos que boquean desesperadas hacia el vacio. A compartir sudores cuando los codos se unen en un mismo esfuerzo. A dejar estelas donde otros buscan huellas. Sin perseguir imposibles. Tan sólo peleando quimeras. Gratis. Lo que llegue será bien recibido. Y lo que no ya lo iremos a buscar. Todo a su momento.

martes, 19 de mayo de 2009

Recuerdos de infancia

Te acuerdas de aquel tiempo, cuando las decisiones importantes se tomaban mediante un práctico... 'Pito-pito gorgorito... dónde vas tú tan bonito?...A la era verdadera... pim pom fuera!'? Se podían detener las cosas cuando se complicaban con un simple...'No ha valido' o ¡CASA!.' Los errores se arreglaban diciendo simplemente... 'Empezamos otra vez'. El peor castigo y condena era que te hicieran escribir 100 veces... 'No debo.. Tener mucho dinero, solo significaba poder comprarte un helado... o una bolsa de chucherías a la salida del cole... Hacer una montaña de arena, podía mantenernos felizmente ocupados durante toda una tarde... Para salvar a todos los amigos... bastaba con un grito de...'Por mi! Por todos mis compañeros y por mi primero'. Siempre descubrías tus más ocultas habilidades, a causa de un ¿A que no haces esto? No había nada más prohibido que jugar con fuego...'TONTO EL ÚLTIMO' era lo único que nos hacía correr como locos hasta que sentíamos que el corazón se nos salía del pecho... El 'poli y ladrón' era solo un juego para el recreo, y por supuesto era mucho más divertido ser ladrón que policía...Los globos de agua... eran la más moderna, poderosa y eficiente arma que jamás se había inventado...La mayor desilusión... era solo haber sido elegidos últimos para el equipo del cole... Nunca faltaban los caramelos que tiraban los reyes en Navidad, ni el dinero que nos dejaba el ratoncito Pérez bajo la almohada...'GUERRA' solo significaba arrojarse tizas y bolas de papel durante las horas libres en clase...Los helados y la leche con galletas constituían el grupo de los alimentos básicos y esenciales..Quitarte las ruedas pequeñas a la bici significaba un gran paso en tu vida....El mayor negocio del siglo era conseguir cambiar los diez cromos repetidos por el que hacía tanto tiempo que buscabas..Hacer cabañas con ramas cuando íbamos de excursión al campo nos entretenía durante horas...hasta que venían a avisarnos de que teníamos que marchar y llorábamos desconsolados...Todos te admiraban si lograbas cruzar la comba mientras saltabas...Era un gran tesoro si encontrabas trozos de escayola en los cubos de basura y poder dibujar en el suelo y jugar...Sentarnos frente al televisor... a las 5 en punto con los ojos desencajados y ver 'Barrio Sésamo'. Creerte superman o supergirl...y ponerte la bata del cole a modo de capa mientras subidos en cualquier escalón deseabas con todas tus fuerzas poder volar como ellos...Todas estas simples cosas... nos hacían felices, no necesitábamos nada más....un balón, una comba y dos amigos con los que hacer el ganso durante todo el día...
Y EL ÚLTIMO EN LEERLO... ¡¡LA LLEVA!!!

domingo, 17 de mayo de 2009

Excursiones

Rondaban en los telediarios de aquellos días noticias sobre la primera Guerra del Golfo del sr. Bush padre. Aclaro. Golfo: lugar del conflicto situado en la antigua Babilonia. Bush: una de las partes implicadas e interesadas, más que nada, en no perder su parte de pastel en el negocio del oro negro. Las comas en la primera frase las he obviado adrede. Eran días de manifestaciones, protestas y huelgas en contra de la dichosa guerrilla. Una guerra televisiva de luces nocturnas (ui que bonicas! .. no son luciernagas, tio, son misiles) y gaviotas rebozadas en crudo. Y cada vez que se lanzaba una manifestación, colateralmente nosotros no teníamos colegio. Una de estas mañanas de lidia, sin clases y aburridos, se nos ocurre que podemos ir a casa, proveernos de avituallamientos (vamos... bocata, agua y arreando que es geranio) y hacernos una escapada al campo a estirar un poco las piernas. Y en esas estábamos y eso hacemos. Que no hay nada como no tener un duro en el bolsillo para estimular tu ramalazo ecológico. Total, que nos vamos tres pimpollos, dos amigos y el menda que subscribe, a dar un paseico al campo aprovechando el día de solete. ¿Dónde vamos?. Seguidme que yo conozco un sitio. Primer error. Después de una hora y cuarto subiendo y bajando unas cuestas que hacían del Tourmalet una colina para domingueros, en busca de un camino que llevaba a no se qué lugar, estabamos los tres completamente reventados. No puedo dar un paso más, tios. Y eso comentábamos, cómo no, a mitad de otra subida cuando mi cabeza gira 90 grados a mi izquierda, donde estaban situados mis mal nombrados amigos, con la lengua preparada para lanzar una réplica mordaz. Y cual es mi sorpresa al ver que donde yo esperaba encontrar a dos personas sólo hay un vacío. Así que los 90 grados se convierten en 180 en la misma dirección para acabar descubriendo a dos cohetes, segundos antes personas, corriendo cuesta abajo como si en ello les fuera la vida. Evidentemente no entiendo nada hasta que instintivamente mi cabeza vuelve a la posición original y veo, en una distancia que se acortaba a pasos agigantados, a un señor dóberman que entonces me pareció del tamaño de un caballo, corriendo hacia mi con los ojos en blanco, espumarajos en la boca, lengua al viento, dientes marfil y con actitud de dame un beso, tonta, que eso no duele. Mi reacción, completamente instintiva, no tardó ni medio segundo en hacer acto de presencia y juro que bajé aquella cuesta sin que mis pies tocaran el suelo (literal), blasfemando en arameo y maldiciendo interior y exteriormente a mis dos "amigos" que tan amables fueron al ponerme sobre aviso. Obviamente no me giré en ningún momento a comprobar si el perro me seguía o no.. supongo que se debió cansar o, perplejo, debió parar al ver tal velocidad de aceleración, más propia de un fórmula uno que de una persona. Cuando aún con el corazón en la boca me volví a encontrar con mis amigos nos miramos fijamente. Los tres intentando hacer llegar aire a nuestros pulmones. Que no te digo ná... y te lo digo tó. ¿Media vuelta? Venga. Y la próxima chavalotes... nos vamos al cine.

Entre el acoso y el juego

No se sabía ni cómo ni porqué pero el hecho es que de repente y sin venir a cuento se formaba el pasillo. Quizá lo provocara un comentario o alguien a quien le apetecía compartir su merienda. Mira tu por dónde hoy vamos a repartir galletas! Manos levantadas y sonrisas de oreja a oreja. Y eras lo suficientemente rápido para formar parte de él o pasabas a ser víctima. Así de fácil. Dos bandos. Los que daban las collejas y los que las recibían. Una fracción de segundo y tu capacidad de reacción marcaban cual era tu lugar. Vencedores o vencidos. Porque una vez que la bestia sinuosa tomaba forma ni te dejaban acoplarte ni había escapatoria. Si tus palmas no apuntaban al cielo esa vez te tocaba infierno. Sabías que la columna no se deshacía hasta que todos hubieran pasado. Rara vez los niños tienen tanta paciencia para esperar como cuando se formaba aquel maldito pasillo. Y el sin sentido era organizado. De uno en uno y en riguroso orden. Hasta para eso éramos pardillos. Una desbandada masiva podría haber hecho que alguno se escapara de pillar. Pero en aquellas lides tomabas las de Villadiego sin mirar atrás. El último, por favor. Nooo ... si va por número. Ah, gracias. Creo que ya me toca a mi. Tomabas aire, medías la longitud del pasillo y posicionabas mentalmente a aquellos dos o tres que sabías que daban con más ganas. A veces el animal aparecía cuando llevabas colgada la mochila pero nunca la usabas para protegerte porque sabías que si lo hacías volaban las patadas. Tres. Dos. Uno. Adelante. Bum, zaca, plas, plas. Venga que ya llevo la mitad. Placa, placa, plassss. A la derecha, que Toni da fuerte. Ziuu, casi. Plas, plas. Vale!! ya estoy fuera. Como un rayo. Jamás volvías a correr tan rápido como entonces. Estoy seguro que a Usain Bolt le hicieron muchos pasillos de pequeño.
Estas cosas siempre existieron. Eran juegos. Unas veces te daban y otras te tocaba dar. No se si hoy lo llamarían acoso. O bullying. Que últimamente parece que usar la nomenclatura de los hijos de Albión le da como más caché. Cosas de crios. Donde nunca llegaba la sangre al río. Hoy pasa esto y sales en la cabecera de la mitad de los telediarios. Y tampoco es eso, señores.

jueves, 14 de mayo de 2009

Espacios de juego

Agazapado en un rincón levantabas apenas unos centímetros la tela. Lo justo para comprobar si corría peligro tu seguridad. Una fracción congelada en el tiempo en el que unos rayos de luz y una leve bocanada de aire se introducían como ladrones, de un mundo extraño y ajeno al que estabas en ese momento, e invadían con insolencia e impunidad tu espacio y tu intimidad. Sin permiso. Luego, más tranquilo, deslizabas de nuevo la mano al interior y volvía la oscuridad. Y el silencio. Dabas rienda a tu imaginación y veías en tu mente, con transparencia cristalina, escenas que volaban de un sitio a otro sin demasiado orden pero extrañamente coherentes. Era tu lugar. No sólo físico sino personal. Ese que cuando eres adulto te pasas la vida buscando. Ese que muchas veces olvidas que necesitas. Ese que cuando tienes no le das importancia. El que, cuando no tienes, echas de menos. Y la emoción estaba tanto en tenerlo como en conseguirlo. Hacerlo era fácil cuando todo mutaba de su forma original a la que tu fueses capaz de darle. Para ellos eran las cañas que habías arrancado de las tomateras. Para ti los cimientos que sostenían tu mundo. Para ellos era la lona que tapaba el coche. Para ti la cubierta que protegía tu existencia. Para ellos un intento de cabaña hecha con restos. Para ti lo era todo. Todo lo que tú quisieras que fuese con independencia del filtro que aplicaban los ojos externos. Esos ojos que eran y son incapaces de entender. Que te cayera un chaparrón por el cómo era un peaje que pagabas gustosamente. Un daño colateral que asumías como parte del juego. Un juego que uno nunca debería dejar de jugar. Exista o no la cabaña.

domingo, 10 de mayo de 2009

Preguntas de niños

¿Por qué el mar no se sale? ¿Los pájaros que hay en España son españoles? ¿Por qué no se lavan los dientes los conejos... y ... por qué no llevan gafas? ¿Cómo lo hacen los peces para hacer pipí? ¿En el cielo hay "Corte Inglés"? ... Qué grande es esa fase, por la que pasan todos los niños, en la que semejante fusilamiento de preguntas hace que el de balas se convierta en una idea atractiva, casi agradable. Que venga Goya y pinte esto. Porque el tipo de preguntas a las que te someten son más duras que los tercios de Flandes. Poderosas en su lógica, simples a la vez que aplastantes. Y las disparan directas y a pelo, sin beso ni almíbar que las suavice. ¿Quién puede más Superman o la Masa?... esteee no se ... Superman supongo, porque puede volar... aaaaah... ¿y quién puede más tú o la Masa? Y cuando les dices que la Masa es más fuerte te miran con asombro, mezcla a partes iguales de decepción y desprecio. Pues vaya mindundi estás hecho, deben pensar.
Y es que podríamos clasificar las preguntas por su tipo. Ejemplo. Las incordiantes. Niño que se levanta de su cama a las dos de la mañana y te despierta al grito de ¿a que no se dice puta, cabrón y gilipollas?, ¿a que no?. Las acusadoras. Esas que hace cuando sabe que ha hecho algo mal, del tipo ¿a qué no pasa nada si me meto un garbanzo en la nariz y me lo empujo para dentro? ¿a qué no pasa nada si tiro los macarrones por la ventana?. Las contrapié. Suelen ser las de sexo. Tú te lo preparas. Compras libros de educación sexual que te explican lo del espermatozoide y el óvulo y de repente un día tu hijo te salta sin venir a cuento con un papá, ¿qué es una paja? ¿tú te haces pajas?. Las indiscretas. Mamá ¿cuánto vale el coche de papa? Y la lista sigue. Pero tranquilos. Es una etapa perenne. Sólo hay que pensar que un día él o ella también serán padres. Y entonces nos tocará a nosotros esbozar una sonrisa mientras le decimos.. contesta anda... contesta tú. Que a mi me da la risa.

viernes, 8 de mayo de 2009

Herencias

Que levanten la mano los que alguna vez hayan llevado coderas. No os corteis, no. Las rodilleras también valen, no os escondais. Está bien... si tu mano está levantada, bájala antes de que te empiecen a mirar mal. Unos mínimos de dignidad, hombre.... Tú tienes hermanos. Seguridad a un 90%. Porque uno no se ponía coderas por moda sino por muda. En concreto por falta de muda. Y lo más importante. Porque era ropa que habías heredado. Y es aquí cuando empezamos a meter el dedíco donde duele. Ese jersey, esa chaqueta o esa sudadera tenía más batallas y más historia que los griegos y los romanos juntos. Era de segunda mano, cuando no de tercera. Dependiendo del número de veces que se escoñara la tele en tu casa, de la frecuencia y del sexo (entiéndase hombre o mujer) de tus anteriores hermanos. Basándose en estas combinaciones el azar se reía de tí con más o menos crueldad y en tu cara. Segundo y a más de tres años de distancia igual pillas un poco, chaval. ¿Tercero y con un añito y poco de diferencia? Ya has pringao!! Olvídate de estrenar nada hasta los 21. Y lo poco que pueda caer de tu propiedad, escóndelo. Porque murphy, no contento con el negocio de las cervezas, se ceba con la lógica y las leyes universales y hace que la única camiseta que es tuya le guste también a todos tus hermanos. Vérsela puesta a alguno de ellos te revuelve el estómago y en lo más profundo de tus entrañas. Y ahí no se mete a lidiar ni la convención de Ginebra. Ni hablar. Os las arreglais solos y enterrais los cadáveres, que yo no los vea. Aquello era territorio comanche. Encima que tengo que llevar tu jersey con las coderas me quitas la mia. Encima que tengo que borrar en tus libros las soluciones escritas a lapiz te aguanto el desplante. Hasta aquí. Por encima de tu cadaver, majo!. No me provoques que te suicido. El que venga por detrás que se busque la vida. Y el último que cierre la puerta.

jueves, 7 de mayo de 2009

Del juego a la gloria

Era roja. Brillaba como un diamante recien tallado y pulido. Era lo que un niño puede llegar a entender por la definición de perfecto. Había estado machacando hasta la exasperación para conseguirla. Todo lo que un crio puede ser de pesado, que ahí es ná. Era imposible que ese cumpleaños no cayera. Igual de imposible que los cuatro años anteriores en los que me acabé comiendo un jersey o no recuerdo qué. Con un gracias mascullado entre dientes y la decepción por bandera. Pero ese cumple apuntaba maneras. Nunca subestimes lo cansino que puede ser un niño. Se puede elevar la pesadez a la categoría de arte. Ya te digo si se puede. Como ver Lawrence de Arabia, El paciente inglés y El último emperador del tirón. Y por fin el esfuerzo obtuvo sus frutos. Llegó la tan ansiada bicicleta. Que no por ser poco original te hacía menos ilusión. De hecho casi llegaba a la necesidad porque correr con una tartana de nena detrás de todos tus amigos y de sus bólidos de ángeles del infierno rozaba lo humillante. Y ésta era genial en su sencillez. No tenía millones de marchas como las de ahora. Que va. Un plato, un piñón y así era como había que llevarla.. a piñón. ¿Que venía bajada?... a saco... ¿que venía subida?... aquí depende. De si ibas solo o no. Porque si ibas con amigos no echabas pie a tierra ni que se hundiera el suelo y se tragara media bici. El orgullillo, ya se sabe. Ese que aún hoy nos hace cometer alguna que otra tontería. Y la estrenabas con el borntubigüail resonando en tu cabeza, pose chulesca, marcando calcomanía en el brazo, corte de tazón al viento (porque melena, poca), solapas levantadas y actitud de nenavoyquepartolapana. Que era como había que estrenar las bicicletas. No estaba escrito pero se sabía. Pocas veces he repetido la misma sensación. Pocas he soñado con un imposible tan parecido al triunfo.

martes, 5 de mayo de 2009

El sabor del miedo

Las manos te sudan. Respiras entrecortado tratando de hacer llegar el máximo aire a tus pulmones. Tranquilo. Mantén la calma. Pulso firme. Es un momento delicado. Eres consciente. Todo tiene que estar preparado o no funcionará. La presa volverá a escaparse y te has prometido que nunca más. Ésta tiene que ser la buena. Notas cómo te invade el instinto de caza. Los sentidos se te agudizan. Tu cuerpo se alerta secándote sin compasión el paladar. La sangre cabalga al galope por tus venas. Sientes como cada latido retumba en tu sien. Preparas la trampa y la camuflas. Con esmero, delicadeza y profesionalidad. Sin correr. Las prisas son malas consejeras. Ya te perdieron en otras ocasiones. Pero esta vez es distinto. Lo revisas una y otra vez para verificar que ni por asomo es detectable. Hasta lo obsesivo. Repites la misma rutina, cada paso, hasta la saciedad. Está perfecto. Esta vez estoy seguro. Esta vez es imposible que falle. De repente, la presa. Reconoces su mirada. Reconoces sus andares. Como si la cosa no fuera con ella. Se acerca a la trampa con total seguridad, sin miedos ni dudas. Recorre un camino que ya ha andado miles de veces con anterioridad. Es un terreno conocido para ella, habitual y familiar. Pero hoy hay algo distinto. Lo percibe. Observa con atención la trampa y la huele con interés. Puede que incluso con curiosidad. Está a punto de caer. Tensión palpable. Silencio. Pero entonces algo pasa. La ves retroceder y de su boca sale lo único que no querias oir. Categórico y rotundo: "Tiene verdura, no lo quiero". No puede ser. Ha vuelto a fallar. Maldices por lo bajo al que inventó el cuento de la nutrición infantil y le recorres el árbol genealógico por enésima vez. No hay manera humana de hacerles comer decente. Imposible cortarlas más pequeñas. Imposible ocultarlas más de lo que estaban escondidas. No me lo explico. Creo que huelen el miedo. Tiene que ser eso. No es cierto que las verduras no sepan a nada. Saben a fracaso. Y es un regusto que tardas en dejar de paladear.

A todas las madres

Recientemente fue el día de la madre. Lo más obvio y fácil sería alabar y recordar las virtudes de todas aquellas madres, incluida la mía, sufridoras innatas que incondicionalmente permanecen a nuestro lado desde la gestación de nuestras vidas hasta el final. Es lo más obvio pero además es lo más justo. Y podría contar una retahíla de historias y anécdotas (que seguro que todos tenemos) en las que quedarían patentes sus dotes de superhéroe, heroína en este caso (que es lo que se deben meter para aguantar lo que aguantan), que dejarían a todos los personajes de la liga marvel en el sitio que se merecen. A la altura del betunete. En una pelea entre batman y una madre... ¿quién ganaría? La madre, sin duda. Y entre una madre y otro superhéroe menos gay, también. Nada personal Bat, majete, pero este rollo que te llevas con Robin no es normal, tio. Pasanaaaada. Y es que una madre es capaz de hacer que la Masa se lave detrás de las orejas. Y sin chistar, eh?... que no hace falta ponerse histérico. Con un par. O que Lobezno se corte las uñas y el pelo. Aféitate, que pareces un hippie. ¿Ves que guapo?... así, arreglaíco. Así te pillará alguna mujer de provecho y no las lobas esas con las que andas siempre. Porque ese instinto primitivo, brutal y esencial que las define puede mover montañas y machacar sin piedad aquello que se les ponga delante cuando la protección de sus cachorrillos entra a formar parte de la equación del juego. Y los hijos somos conscientes. Nada nos enerva más que nos mienten a la madre. A pesar de que les tenemos que aguantar estoica y repetidamente ese "¿qué no comes, que estás muy delgado?". Sí, no son perfectas pero... ¿a quién le importa?.

sábado, 2 de mayo de 2009

La educación infantil ... de manual

Se nos va la olla. Lo llevamos todo al extremo y la culpa es nuestra. Nuestra y de nadie más. Pasamos de la completa desinformación que probablemente tenían nuestros padres y nuestros abuelos al punto en el que pretendemos criar a nuestros hijos tirando de manual. Todo tiene que ser perfecto, tenemos que ser padres modelos y los niños tienen que crecer protegidos por una burbuja hasta su mayoría de edad. No vaya a ser que nos salga un psicópata y nos puedan echar la culpa. O que no sea lo suficientemente rubio. Porque sus fracasos son nuestros fracasos. Que no se vayan a hacer daño. Que no se pongan enfermos ni se arañe su pulida superficie de porcelana. Porque no podremos presumir de ser los mejores padres. Ocultémosles tanto tiempo como podamos la realidad de una vida que después, inevitablemente, les zumbará en los morros y en el cielo de la boca con crudeza y total impunidad. Porque no nos engañemos, pasará. Como nos ha pasado y nos pasa a todos. Pero a ellos no los pillarán preparados. Al menos las primeras veces. Y no digo que toda esa cordillera de libros y manuales escritos sobre el tema de la paternidad y la educación infantil no sean útiles y necesarios. No, no es eso. Es que la grandeza del ser humano precisamente consiste en que todos somos diferentes y llenos de matices. E intentar criar a alguien con un libro de instrucciones hace que no trabajemos debidamente un sentido que, no por llamarse común, se manifiesta siempre en todos nosotros cuando es necesario. Cientos de generaciones anteriores pasaron sin estos dogmas y no les salió tan mal.
Porque es necesario que el niño se manche, juegue y se revuelque por el suelo, que no pasa nada. Es más, coge defensas. Y que intente cosas, se equivoque y fracase porque aprenderá que eso forma parte de la vida desde que naces hasta que mueres. Y aprenderá que no hay que hundirse si las cosas no salen bien a la primera. Porque no podemos detener el tiempo. No podemos cubrirlos eternamente con una coraza. No podemos evitar que sufran. Ni debemos. No existen fórmulas mágicas ni pociones que protejan. Para eso existe el cariño y el apoyo. Ese que se da de manera incondicional.

Ingenio infantil

La imaginación. Eso era lo que nos movía cuando mi culo apenas se despegaba unos palmos del suelo. No teníamos psp's (al menos yo nunca tuve, ni tengo, consolas), ni ipod's (como mucho un güalman del tamaño de un ladrillo al que cada dos por tres había que cambiarle las pilas), ni móviles con juegos java que te descargabas enviando "chorradas" al 5555, ni dvd's portátiles, ni toda la tecnología que ahora anda siempre en las manos de cualquier infante inverbe y que manejan como si fuesen extensiones de su propio cuerpo imprescindibles y vitales en su existencia. No. No teníamos nada de eso y aún así disfrutábamos como una piara en un barrizal (a veces literalmente). Nos apañábamos para jugar con lo que teníamos alrededor y mucho ingenio. Esa era la base del juego.
Quién no ha jugado alguna vez, años atrás, a ping pong con una madera (en mi caso una puerta, pomo incluido, que te hacía repetir puntos cada vez que se tocaba la maneta) encima de dos cubos y con cintas de vídeo VHS, puestas en horizontal, a modo de red. Y dos paletas de madera... bueno, eso cuando había dos, que yo he llegado a jugar agarrando una tabla de cortar quesos que tenía forma de pala. ¿Cutre? Puede, pero eran los partidos más competidos y divertidos que he jugado nunca! ¿Y a frontón contra cualquier pared? Con raqueta cuando había o con la mano en su ausencia. Y esos geniales partidos de baloncesto con una bola de papel de plata que hacíamos entre todos con los envoltorios de nuestros bocatas y con la que hacíamos el gesto de botar con la mano (porque si no te pitaban pasos!!) ¿Y la canasta? En el mejor de los casos un hierro doblado, un cubo colgado o, lo más habitual, una señal de vado al lado de la puerta de un garaje a la que había que tocar con la pelota de plata para considerarlo 2 puntos. Amén de la clásica portería de fútbol con dos mochilas del cole, debidamente distanciadas con sus pasos contados, que el tener pocos recursos no era sinónimo que saltarse las "reglas". La puerta del garaje también era una opción pero sabíamos que tarde o temprano salía el dueño cansado de los pelotazos contra la chapa. Sin más.

Eran otros tiempos, quizás con menos recursos (o no) al alcance de nuestra mano y en el que no tener una peseta en el bolsillo no suponía un impedimento para hacer infinidad de cosas. Y no es que el que no tuviera (o no tenga ahora) tecnología fuese (o sea) más tonto o menos avispado. Es que todos nos acostumbramos a que nos den las cosas masticadas y nos cuesta hacer el esfuerzo de acordarnos que no siempre fue así.

viernes, 1 de mayo de 2009

Generaciones

Escenario: Tienes que hacer un viaje.
> Año 1977: Viajas en un avión de Iberia, te dan de comer y te invitan a lo que quieras de beber, todo servido por azafatas espectaculares en un asiento en el que caben dos como tú.
> Año 2007: Entras en el avión abrochándote el cinturón de los pantalones que te han hecho quitar para pasar el control, te sientan una butaca en la que si respiras profundo le metes el codo en el ojo al de al lado y si tienes sed el azafato te ofrece una carta con las bebidas y sus precios subidos un 50% por que si. Y no protestas por si acaso cuando aterrizas te meten el dedo por el culo para ver si llevas drogas.
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Escenario: Manolo tiene pensado ir al bosque después de clase, según entra al colegio le enseña una navaja a Pancho con la que pretende hacer un tirachinas.
> Año 1977: El subdirector lo ve y le pregunta donde las venden, y le enseña la suya, que es antigua, pero mas buena.
> Año 2007: La escuela se cierra, llaman a la guardia civil y llevan a Manolo al reformatorio. Antena 3 y Tele cinco presentan los informativos de las 15:00 desde la puerta del colegio.
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Escenario: Disciplina escolar:
> Año 1977: Hacías una putada en clase. El profesor te metía dos buenas hostias bien merecidas. Al llegara a casa tu padre te arreaba otras dos.
> Año 2007: Haces una putada. El profesor te pide disculpas. Tu padre te pide disculpas y te compra una moto.
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Escenario: Fran y Marcos se reparten unos puñetazos después de clase.
> Año 1977: Los compañeros los animan, Marcos gana. Se dan las manos y terminan siendo colegas en los billares.
> Año 2007: La escuela se cierra, Tele cinco proclama el mes antiviolencia escolar, el periódico 20 minutos titula a cinco columnas el asunto y Antena 3 aposta de nuevo a Matías Prats en pleno temporal frente a la puerta del colegio para presentar el telediario.
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Escenario: Luis rompe el cristal de un coche en el barrio; su padre saca el cinturón y le pega unos buenos latigazos con él.
> Año 1977: Luis tiene más cuidado la próxima vez, crece normalmente, va a la universidad y se convierte en un hombre negocios con éxito.
> Año 2007: Arrestan al padre de Luis por maltrato a menores. Sin la figura paterna, Luis se une a una banda. Los psicólogos convencen a su hermana de que el padre abusaba de ella y lo meten en la cárcel. La madre de Luis se enrolla con el psicólogo. Mercedes Mila abre la final de Gran Hermano con un discurso relativo a la noticia.
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Escenario: Juan se cae mientras echaba una carrera y se araña en la rodilla. Su profesora, María, se lo encuentra llorando al borde del camino. María lo abraza para confortarlo.
> Año 1977: Al poco rato, Juan se siente mejor y sigue jugando.
> Año 2007: María es acusada de perversión de menores y se va al paro. Se enfrenta a tres años de cárcel. Juan se pasa cinco años de terapia en terapia. Sus padres demandan al colegio por negligencia y a la profesora por trauma emocional, ganando ambos juicios. María, en paro y endeudada, se suicida tirándose de un edificio. Cuando aterriza, lo hace encima de un coche y también rompe una maceta. El dueño del coche y el dueño de la planta demandan a los herederos de María por destrucción de la propiedad. Ganan. Tele cinco y Antena 3 producen juntos la película y definitivamente el plató de los informativos ya queda emplazado en medio de la calle..
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Escenario: Relación habitual entre padre e hijo:
> Año 1977: Le pido dinero a mi padre para salir.
> Año 2007: Mi padre me pide dinero para apaciguar al banco.
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Escenario: llega el 28 de octubre.
> Año 1977: Llega el día del cambio de horario de verano al horario de invierno. No pasa nada.
> Año 2007 : Llega el día del cambio de horario de verano al horario de invierno. La gente sufre trastornos del sueño, depresión y amenorrea.
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Escenario: El fin de las vacaciones.
> Año 1977: Después de chuparse una caravana del copón con toda la familia metida en un seiscientos tras 15 días de vacaciones en la costa, se terminan las vacaciones. Al día siguiente se trabaja y no pasa nada.
> Año 2007: Después de volver de Cancún, en un viaje todo pagado. Se terminan las vacaciones y la gente sufre trastornos del sueño, depresión y seborrea.

El día que dejé de ser niño

Fue el día que vi la varilla en el brazo a la rana Gustavo. Lo recuerdo perfectamente. Y el mito cayó. Por qué no me dijiste que eras un pedazo de trapo sodomizado, amigo mio. Que los reyes son los padres. Vale. Y Papá Noel un borracho que contrata el Corte Inglés. No pasa nada. Puedo soportarlo. Pero tú no Coco, tú no. Creía en tí. Y en la Jaca Paca. Hasta ese momento no había visto como al monstruo de las galletas se le caían las migajas por la comisura de la boca. Y tú junto con tus colegas me abristeis los ojos a un mundo de engaños. Como cuando la liabas y tu madre te llamaba a la voz de "ven, que no te pego". O como cuando te llevaban al médico y te decían "tranquilo, que no te dolerá". Y luego te daban el palo con el que te habían examinado como si te estuvieran regalando una bicicleta. ¿Qué se dice? ... dónde está el resto del helado, majete? Pero no. Había que morderse la lengua y asumir tu papel. Gracias. Para que juegues con él, replicaba el doctor. ¿A qué? Como no sea a hacerte un tacto rectal. Es un palo, tio. Que juegue, dice... pues regálame una consola. Y así, con los años, fueron cayendo otros muchos iconos de nuestra infancia; desde el pressing catch hasta Milli Vanilli (vaya tela ambos y no es ná lo que hay ahí en medio). Desde Michael Jackson (máiquel, tio, que se te va la olla) a Michael Knight (máiquel, tio, que se te va la olla).
Y descubrimos, conforme nos hacemos mayores, todas aquellas pequeñas mentiras (piadosas pero crueles) que de pequeño éramos incapaces de detectar. Y curiosamente son las mismas que usamos hoy con nuestros hijos, sobrinos y niños en general. Y funcionan. Pero nada es eterno y acabas descubriendo la realidad de todos esos engaños. Bueno, de todos menos de uno. Porque aún recuerdo cuando de pequeño le preguntaba a mi padre "por qué las chicas son tan raras?" y él respondía "cuando seas mayor ya lo entenderás".