lunes, 27 de abril de 2009

Frases geniales de niños

Es indudable que a todos los padres se les cae la baba con sus hijos. Es así. Pensar que somos imparciales es algo absurdo. Y si no, podemos recurrir a ejemplos claros cuando, estando en un restaurante, soportamos los gritos, carreras y juegos de esos niños ajenos mientras sus padres, impasibles, saborean su comida sin importarles un pimiento que el mundo se derrumbe a su alrededor. Y nos molestan. Nos molestan profundamente. Los míos no son así, pensamos. Ya ya. Para nada son así. Los míos no se alteran. Ni gritan. Ni molestan. Coméntale cómo lo ve al señor que está sentado en la mesa de al lado. A ver qué te dice. ¿Todo bien?... rico, el entrecot eh?
Y sin embargo también son nuestros hijos los que, sorprendiéndonos, generan las situaciones más divertidas. Son geniales esas frases de niños que a todos los adultos siempre nos pillan a contrapié y sin saber de dónde pueden haber salido esas ocurriencias (o simplemente qué responder). Sencillamente geniales. Lástima que con el paso del tiempo la mayoría acabemos perdiendo esa espontaneidad y, sobre todo, esa inocencia a la hora de vomitar con patente de corso aquello que se nos pasa por la cabeza. Y es que el sabio refranero español ya nos avisaba. Ojito con los niños y con los borrachos. Que no le ponen vaselina a lo que que dicen. Ni filtran. Claro que los primeros suelen tener bastante menos mala baba.
Y por eso no conozco a nadie que ante ocurrencias como la de muchos niños no se le esboce una sonrisa, cuando no una abierta carcajada. Sigamos todos de cerca a esos locos bajitos, como los llamaba el gran Serrat. Porque son una fuente contínua de sorpresas.

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