viernes, 1 de mayo de 2009

El día que dejé de ser niño

Fue el día que vi la varilla en el brazo a la rana Gustavo. Lo recuerdo perfectamente. Y el mito cayó. Por qué no me dijiste que eras un pedazo de trapo sodomizado, amigo mio. Que los reyes son los padres. Vale. Y Papá Noel un borracho que contrata el Corte Inglés. No pasa nada. Puedo soportarlo. Pero tú no Coco, tú no. Creía en tí. Y en la Jaca Paca. Hasta ese momento no había visto como al monstruo de las galletas se le caían las migajas por la comisura de la boca. Y tú junto con tus colegas me abristeis los ojos a un mundo de engaños. Como cuando la liabas y tu madre te llamaba a la voz de "ven, que no te pego". O como cuando te llevaban al médico y te decían "tranquilo, que no te dolerá". Y luego te daban el palo con el que te habían examinado como si te estuvieran regalando una bicicleta. ¿Qué se dice? ... dónde está el resto del helado, majete? Pero no. Había que morderse la lengua y asumir tu papel. Gracias. Para que juegues con él, replicaba el doctor. ¿A qué? Como no sea a hacerte un tacto rectal. Es un palo, tio. Que juegue, dice... pues regálame una consola. Y así, con los años, fueron cayendo otros muchos iconos de nuestra infancia; desde el pressing catch hasta Milli Vanilli (vaya tela ambos y no es ná lo que hay ahí en medio). Desde Michael Jackson (máiquel, tio, que se te va la olla) a Michael Knight (máiquel, tio, que se te va la olla).
Y descubrimos, conforme nos hacemos mayores, todas aquellas pequeñas mentiras (piadosas pero crueles) que de pequeño éramos incapaces de detectar. Y curiosamente son las mismas que usamos hoy con nuestros hijos, sobrinos y niños en general. Y funcionan. Pero nada es eterno y acabas descubriendo la realidad de todos esos engaños. Bueno, de todos menos de uno. Porque aún recuerdo cuando de pequeño le preguntaba a mi padre "por qué las chicas son tan raras?" y él respondía "cuando seas mayor ya lo entenderás".

2 comentarios:

  1. Me acabas de destrozar todas mis creencias... ¿así que ni Papa Noel, ni los Reyes, ni la rana Gustavo existen? ¿Y el ratoncito Pérez?
    No pienses en lo doloroso que fue el descubrir que eran un "engaño" sinó la ilusión con la que los esperabas y las historias que creabas con tu fantasía ("Voy a esconderme detrás del sofá para verlos", "He oído un ruido, ¿serán los reyes?")...
    Y ahora aunque sabemos que no "existen" (aunque yo creo que sí existen, en la mente y el corazón de muchos), lo vivimos con la ilusión de los hijos y sobrinos y con un agujero en el bolsillo claro.

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  2. No hombre, si el ratoncito Pérez si existe y ahora se gana unos eurillos haciendo pelis, que yo lo he visto. De hecho es el Santiago Segura de los personajes infantiles.. pronto lo veremos por los platós de telecinco con camisetas de promoción y un morro a la altura del cinturón.
    Y en mi mente siguen existiendo todos, faltaría más, solo que la medicación no los deja salir. Afortunadamente.

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